El canario no desaprovecha una ocasión para afianzarse en el imaginario del Dépor: siembra de destellos sus citas mientras se destapa como goleador
12 ene 2025 . Actualizado a las 17:54 h.Retirado Aitor Karanka, Yeremay tiró de lo que encontró a mano. Encaró a Jon Gabilondo en una esquina y allí mismo decidió desatar la nostalgia blanquiazul, enganchándose el balón entre los pies para hacerlo volar sobre el lateral. La distancia con Djalma aún es inmensa, como la que separa este Málaga de aquel Real Madrid, pero el extremo canario no distingue: acostumbrado a bailar rivales en Primera RFEF, sigue bailándolos en Segunda División. Juega con la temeridad de quien tiene barra libre, por condiciones y posición. Poco castigo puede recibir una pérdida sobre la cal del fondo contrario, donde cualquier acrobacia tiene un margen de beneficio a la altura de su dificultad. De un lado, concluye el campo; del otro, se multiplican las marcas; de frente, un adversario que impide avanzar. Pase atrás o intento de lambretta. Ocasión única para la genialidad.
Bola picada y ligero rodeo, superando a un oponente al que solo queda la opción del abrazo, reacio a compartir plaza en el imaginario colectivo con ese chaval descarado que le lleva dando la tarde desde que el cuero echó a rodar. Han pasado 65 minutos de regates —serán ocho, al final— y tiros —acabará con tres; todos, a puerta—, pero es ese malabarismo neutralizado en falta lo que perdurará. No quedará registro escrito, porque el colegiado obvió la infracción y la segunda amarilla de un defensor superado, pero resistirá el vídeo y la poderosa memoria del aficionado del Dépor, compensado por años de mediocridad.
Hay granero para resarcir agravios y premiar la paciencia de los fieles más jóvenes, que ven a Yeremay desatado en La Rosaleda y no tienen chispazos de talento en la recámara para comparar. Cuentan al menos con el gancho de futbolistas de su quinta (generación arriba o abajo) destacados en el lento resurgir del conjunto coruñés.
Por la derecha, uno de Teo, indomable en carrera. Por la izquierda, el niño de El Polvorín. Atados a largo plazo con cláusula de figura, aunque los pretendientes crezcan tras cada exhibición.
La de Málaga comenzó enseguida; con caño, disparos lejanos y amenaza constante para frenar el ímpetu del equipo local. No bastó el aliento de la grada para decantar el encuentro hacia los de Pellicer. El ruido favorece a quien aspira a grandes plazas y no hay muchas en la categoría que se acerquen a Riazor.
Al recital no le faltó el (octavo) gol. Instantes después de la pirueta frustrada, Yeremay observó el robo de Mario Soriano y echó a correr. Cuando el madrileño le envió el cuero, eligió no frenarlo; prolongó sutil con la diestra y completó la acción con la zurda, chutando cruzado a la red. Atrás quedaba Gabilondo, sin un genio al que abrazar.