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TORRE DE MARATHÓN

César Quian

El de Samarugo toma también el carril izquierdo en otra exhibición de versatilidad para disimular las carencias del Dépor y sumar un gran gol

26 mar 2025 . Actualizado a las 10:20 h.

Es improbable que aquello que le sucedió a José Luis Oltra pueda ocurrirle a Óscar Gilsanz. En este fútbol de cinco cambios y triple ventana, el betanceiro siempre aguanta alguna baza hasta el final. La norma era distinta en noviembre del 2012; el Dépor había agotado ya sus tres relevos cuando Dani Aranzubía se fue a la calle, a veinte minutos de acabar. Los pasó bajo palos Álex Bergantiños y desde allí escuchó a Riazor corear su nombre cuando el Levante le marcó gol. De la derrota, una de tantas en un curso aciago, quedó esa memorable anécdota destinada a engrosar la leyenda del polivalente capitán.

De este empate frente un colista desahuciado, sombra del Extremadura de Manuel Mosquera, el tiempo salvará casi una hora, recordando que Diego Villares también cumplió en la izquierda, reconvertido a lateral. Un destino más para el de Samarugo, capaz de abarcar ambos carriles en un mismo encuentro tras haberlo arrancado en la medular.

Llegaba tocado a la cita, falto de rodaje grupal entre semana por culpa de la lesión que le impidió viajar a Castalia. Lo disimuló corriendo como de costumbre: ahora para cerrar el paso, ahora para marcar.

En cuanto Ximo Navarro emuló al De Jong del Soccer City y el VAR indicó a Muñiz Muñiz lo que no supo ver Howard Webb, la cita con el Cartagena alcanzó su instante revelador. A Gilsanz le quedaban cinco movimientos por delante y un especialista en la recámara. Lo reservó todo, en una maniobra de seguridad.

Nemanja Tosic siguió a cubierto en un banquillo al que se arrimó Villares, entregando a Mario Soriano su plaza en el doble pivote y preparándose para el pulso con Aguirregabiria, uno de los pocos futbolistas rivales acostumbrados a la titularidad. De las refriegas iniciales salió un mal despeje que aprovechó Andy para disparar desde la frontal.

Pablo Vázquez desvió a córner la pelota que buscaba la red y aplazó el primer tanto visitante, dando tiempo al portador del 8 para un intercambio de amonestaciones con su marcador. La amarilla al jugador blanquiazul castigó el ímpetu que lo llevó a campo contrario para presionar la salida de balón, con el equipo en inferioridad. La misma energía que, un cuarto de hora más tarde, con el 0-1 en el luminoso (fue Villares quien rompió el fuera de juego), le hizo tirar la pared con Mario Soriano y lanzarse al área contraria, donde superó a Fiudias con un remate de primeras, encarnando el ariete que no encuentra el conjunto coruñés.

Lo fue Barbero para amarrar el punto definitivo. Asistió David Mella, ocupando el costado que el portador del brazalete acababa de abandonar. Antes de cambiar de banda, dejó su marca. Casi no le quedan plazas por conquistar.