
Un rival histórico intentando cerrar su permanencia y una preciosa ciudad era lo que esperaba al deportivismo este lluvioso sábado de mayo. Estadísticamente hablando, el Deportivo se había mantenido invicto en los últimos siete enfrentamientos con el cuadro gijonés sumando 4 victorias y 3 empates. No obstante, en mi retina siempre estará presente aquel riguroso penalti de Rubén Pérez en el Molinón que nos llevaría, finalmente, a Segunda División.
Óscar Gilsanz introdujo dos cambios con respecto a la goleada del fin de semana pasado: entraban Genreau y Diego Gómez por José Ángel y Cristian Herrera en el ya sabido 1-4-3-3 asimétrico del técnico betanceiro. En los locales, Asier Garitano propuso un partido de transiciones y el Depor entró en su juego: sufriendo ante cada pérdida en campo rival, sin pausa, sin conexión entre defensa y centro del campo.
En resumen, un equipo muy largo sin balón y demasiado corto con él, abusando de las combinaciones en un carril central bien armado por los rojiblancos, con Obrador como único nexo de unión en los perfiles. Todo ello contribuyó a que el cuadro local consiguiese desarbolar la estructura blanquiazul con facilidad.
Más allá de los fallos tácticos, parece que el rol de ancla, personificado en Jurado, siempre presente para cortar a través de faltas o disputas, no tuvo reemplazo. Prueba de ello son los 33 duelos ganados por los locales en los primeros 45 minutos, doblando al cuadro herculino. Tras el descanso, Gilsanz quitó a Genreau para jugar con Barbero y Zakaria en el frente del ataque, y a Yeremay (entiendo que con molestias) por Cristian Herrera.
El Deportivo pasó a un 1-4-4-2, pero obvió el juego directo al igual que en Castellón; seguía enfrascado en filtrar pases por el carril central. Tampoco se prodigó en centros laterales hasta que Diego Gómez puso uno desde 35 metros para que Barbero recortase diferencias.
No cambió el plan hasta el 85, a pesar de que algunos jugadores como Rama, Escudero u Obrador sí identificaron previamente la situación buscando centro tras recibir en amplitud; la dificultad residía en hacer llegar el balón a dichas zonas con demasiada elaboración. No importa el cómo sino el porqué. Toca aprender.