Fallece Mario Agüero, leyenda y figura clave de la primera liga del Liceo

TORRE DE MARATHÓN

Hockey Club Liceo

El argentino, que tenía 68 años, jugó dos temporadas en A Coruña, donde conquistó tres títulos y dejó una huella imborrable

06 ago 2025 . Actualizado a las 21:37 h.

Mario Agüero es y será historia del Liceo. El argentino, fallecido este miércoles a los 68 años de edad, jugó dos temporadas en A Coruña y llevó al conjunto verdiblanco a altas cotas. Con él como pilar el equipo se proclamó, por primera vez, campeón de Liga en 1983. Fue en Tenerife, lejos de Riazor, en un partido que estuvo a punto de no disputar.

«Mario era muy grande y le llevaron un pantalón que le quedaba pequeño. Decía que se duchaba y que se marchaba y, a la vez, nos apresuraban. Si no salíamos en cinco minutos nos daban el partido por perdido. Todos le pedíamos que, por favor, saliese. Y lo hizo. Enfadado, pero resolvió el partido». El que habla es José Luis Huelves, portero de aquel Liceo que, con tres goles del argentino, se proclamó campeón (2-7).

«Ha sido un jugador excepcional. Posiblemente, el mejor de todos los tiempos en cuanto al factor diferencial que podía aportar en el campo. Es un hombre muy querido dentro del hockey, en todos los sitios ha dejado su sello», añade Carlos Gil. «No ha habido otro jugador tan técnico y físico como él», añade Huelves.

Fue precisamente el mítico entrenador del Liceo, todavía como jugador, quien trajo a Agüero a Galicia. «Había coincidido con él en el Campeonato del Mundo. Me vine para A Coruña y le dije, ‘Mario, te voy a llamar para que vengas al Liceo'. Él, Martinazzo y Rubio fueron mis recomendaciones», cuenta.

No falló. Agüero vistió dos temporadas la camiseta del Liceo y levantó tres títulos. Primero llegó la Copa del Rey, ese mismo año la Copa CERS (1982) y, al curso siguiente, la Liga. «Ha sido un ídolo para muchas personas de aquella época y un espejo en el que mirarse», expone Gil.

Aunque fue su carácter lo que marcó a sus compañeros de triunfos. «Jugábamos en casa y el resultado era muy justo. Vino y me preguntó cuánto tiempo quedaba. Poco más de cuatro minutos. Me contestó: ‘Meto dos golitos y nos vamos'. Cogió la bola, y gol. Sacó de centro el rival, robó, y gol. Faltando dos minutos se hizo con la bola y me dijo, ‘José, esto se acabó'. No se la quitó nadie, verlo era espectacular», recuerda Huelves, a quien años más tarde ayudó como rival. «Jugábamos en Italia y me llevó a Milán a que me viera un médico argentino que, decían, había operado a Maradona. Dentro de la pista era duro como una piedra, pero después era una bellísima persona».