
Me daba apuro el homenaje. Soy una persona mayor, que acaba de cumplir los ochenta, y que lo ha tenido todo en la vida. No creía necesitar ningún reconocimiento. Pero me convencieron para saltar al campo y no puedo estar más feliz.
En el Deportivo fui jugador, entrenador y hasta banquero, porque la sucursal que dirigí después de retirarme estaba justo debajo de la sede. Llevo muy dentro al club. Así que, cómo no emocionarme cuando me vi de nuevo en Riazor, con mis cinco hijos y ocho nietos en la grada, más de sesenta años después de mi debut a los 18. El equipo que me llevó a ser internacional y que siempre estará en mi corazón.
Salí del túnel muy nervioso y llegó Diego Villares, que me deseó suerte, pero me trataba de usted. Le pedí que no lo hiciese y le dije que en él veía características parecidas a las mías: un luchador que se entrega en todo momento. Eso es lo que considero innegociable. Un ejemplo de capitán.
Cuando subí al palco seguía con la tensión. Pensaba: «Como palmemos después de haber hecho el saque de honor...». Por suerte, enseguida llegó el primer gol y me saqué el peso de encima. Resultó un partido redondo, con la gente de aquí brillando especialmente.
Encima marcó dos goles David Mella. A su padre lo había entrenado yo. Lo traje con Luis Ucha y Orlando Vázquez y no hemos perdido la relación. Mellita me parece un futbolista como la copa de un pino, que lo tiene todo para triunfar.
También admiro a Dani Barcia, que ha crecido en estos últimos meses y aún va a crecer más. Cada día gana aplomo en una posición en la que esa es un arma fundamental. Lo sé porque pasé por ella. Su serenidad con el balón, su criterio y su condición de jugador de equipo, muy necesaria para asentarse como profesional. Además, se entiende perfectamente con Miguel Loureiro, uno de los fichajes del verano.
Ha regresado al club por el que pasó de niño y va ganando balones y galones. Tiene ascendencia, manda, no se permite un despiste. Haber fichado aquí tras tanto tiempo fuera debe hacerle muy feliz. Casi tanto como me hizo a mí volver a darle una patada al balón en Riazor. Gracias, de corazón.