Yeremay invitó a David Mella a su largo esprint de setenta metros para elaborar el hermoso 0-2 del Dépor, sellado con un beso de complicidad
03 nov 2025 . Actualizado a las 00:34 h.En La Romareda, habría dispuesto de otros dos metros de margen para deshacerse de Ale Gomes y asistir de tacón. Yeremay, sin embargo, se bastó con setenta de los 105 que mide el largo del Ibercaja para decidir otro partido sin necesidad de marcar. Cogió la autopista por la derecha, el carril menos habitual, y convirtió la distancia mínima de seguridad —so pena de doscientos euros de multa y dos puntos del carné— en espacio suficiente para el giro en campo propio, ejecutado entre Toni Moya y el central juvenil del Zaragoza, y un esprint para nostálgicos, solo al alcance de su antiguo copiloto en los primeros años de carné.
David Mella viajó mucho tiempo hasta Abegondo en el coche del 10, en quien encontró, cuando ambos empezaban a instalarse en el primer equipo, a «un hermano mayor». De aquella relación queda, como mínimo, ese beso cariñoso con el que agradeció el fabuloso pase atrás del que fabricó su tercer gol de la temporada. Enganchó el balón con una volea poco académica y en cuanto lo vio alcanzar la red se lanzó al cuello del canario para sumarlo a la celebración.
El vestuario del Dépor confabula para devolver el ánimo a su elemento diferencial. «Es talento y pasión pura», recordó Antonio Hidalgo al concluir el partido, antes de que el propio Yere confesara el alivio extraído de la última charla con el entrenador: «Me pidió que disfrutara y fue lo que hice. Salí al campo a jugar sin pensar mucho». Pocas vueltas a la cabeza para marear al rival. Antes de elaborar el 0-2; antes incluso de servir el 0-1 —«Me la ha puesto perfecta», elogió Mario Soriano frente a la cámara de Movistar—, el extremo, que ya es mucho más, se reencontró con su vieja esquina, donde sometió a Martín Aguirregabiria, pese a las frecuentes ayudas de Francho al lateral.
En ese primer tiempo en que el colista se acantonó negando espacios, a la espera de contragolpear, Yeremay penetró por dos veces en la maraña, desbrozando a golpe de fintas y acentuando los nervios de la grada. Hizo cundir el pánico y supo leer el encuentro para aprovechar la situación. En cuanto el Deportivo cobró ventaja, el anfitrión se vio obligado a rebajar las precauciones, con los centrales defendiendo mucho más alto de lo que aconsejaba su velocidad.
Entonces, José Gragera cazó el balón rebotado y se lo entregó al chaval de El Polvorín. En ese momento, había 21 futbolistas en terreno coruñés. A setenta metros de Adrián Rodríguez, que en La Romareda habrían sido 72. Los agotó en nueve segundos, giro y agarrón de Gomes incluidos, dando tiempo a que Mella, que aún partía de más lejos, pudiera sumarse a la acción. Y ya solo eran ellos dos corriendo, como críos, buscando el gol.