Diego Gómez, canterano del Deportivo: «Volver a jugar es un alivio»

Iván Antelo A CORUÑA

CANTERA

CESAR QUIAN

«Sentí rabia y mucha impotencia. Es duro asimilar que llegas a Abegondo andando, pensando en el siguiente partido, y te encuentras con que tienes el peroné roto», dice

02 mar 2024 . Actualizado a las 15:24 h.

Diego Gómez Pérez (Amoeiro, 2004), una de las grandes perlas de la cantera del Deportivo, está de vuelta. El pasado domingo disputó sus primeros minutos después de superar una fractura de peroné que lo alejó de los terrenos de juego durante tres meses y medio. Este domingo (17.30 horas) jugará con el Fabril en Zamora.

—¿Cómo se encuentra?

—Muy bien, me noto fresco. Llevaba mucho tiempo parado y tengo mucha ilusión. Volver a jugar es un alivio. En mi regreso [ante el Ourense CF] sentí que estaba un poco acelerado. Salir del banquillo, con un 0-2, siempre es complicado. La inactividad me hizo perder un poco las sensaciones. No me fui satisfecho con el resultado porque perdimos, pero con lo que respecta a mí si me fui contento porque no tuve ninguna molestia. Es con lo bueno que me quedo del partido. Ni el día, ni el campo como se puso por la lluvia, ayudaban mucho.

—¿Qué pasó por su cabeza al salir?

—Yo nunca había tenido una lesión de larga duración y poder estar de vuelta y ayudar a mis compañeros me generaba muchísima ilusión. En ese momento de salir, tampoco quise pensarlo mucho. Me hubiera generado más nervios. Lo hice más al final, ya con calma. Estoy muy agradecido a toda esa gente que me ha ayudado en el proceso de recuperación

—¿Cómo se sintió cuando le comunicaron la lesión?

—Lo recuerdo con mucha rabia e impotencia. En toda mi vida no me había estado lesionado. Y fue volver de estar parado tres semanas [por una fractura en el quinto metatarsiano de su mano derecha] y romperme el peroné, que ya me dejaron claro desde un principio que mínimo serían tres meses. Fue muy duro, en ese primer momento. Me apoyé mucho en mis padres, en mi novia y en el resto de seres queridos. Intenté poner la mejor actitud posible. Por mucho que me quejara no se iban a acortar los tiempos.

—¿Cómo fue la fractura?

—Fue por estrés. Un jueves, entrenándome, llevé un golpe. El viernes y el sábado fui con más precaución, vendándome la zona, y el domingo, en el partido, sufrí otra contusión en la misma zona que me hizo sentir debilidad en la pierna, y luego un mal apoyo ya lo terminé de fastidiar. En ningún momento me esperaba tener el peroné roto, porque apenas sentía dolor. Lo tenía un poco inflamado y me costaba caminar, pero pensaba que era un golpe, sin más. Al día siguiente me hicieron una ecografía y ya me dijeron que me tenía que operar. Fue duro asimilar que tú llegas a Abegondo andando, pensando en jugar el fin de semana el siguiente partido, y te encuentras con que tienes el peroné roto y que tienes que parar tres meses.

—Tenía un ejemplo de recuperación ahí al lado: Yeremay.

—Me ayudó muchísimo. Yo le preguntaba cosas, como si se sentía algún dolor con algún gesto determinado. Que Yeremay me contase que a él también le dolía cuando daba los pases de interior, me hacía sentir satisfacción y alivio, porque veía que todo lo mío era normal y que yo también iba bien. Es mucho mejor siempre un consejo de un compañero cercano.

—Abegondo se volcó con usted.

—Sí, sobre todo Martín [Ochoa] y Rubén [López], que son mis mejores amigos. Tenemos un trato muy cercano y nos ayudamos en todo lo que podemos. Pero bueno, también el resto de jugadores, entrenadores, cupero técnico... Estuvieron todos superpendientes de mí y eso es de agradecer. Te lo hace más fácil.

—Las lesiones le vinieron poco después del debut con el Dépor.

—Cuando me dijeron que iba a hacer la pretemporada con el primer equipo estuve las tres semanas previas currándomelo un montón para llegar lo mejor posible. Luego, tuve la suerte de jugar en mi casa, ante el Arenteiro, metí un gol y pude dedicárselo a mi abuela, que había ido a verme. Ni en mis mejores sueños. Aunque fue solo un amistoso, fue de los goles que más ilusión me han hecho. Poco después fue el debute en Liga, en Riazor. Cuando me llamaron para salir sentí nervios, pero después me concentré y fue más fluido. Lo peor fue el resultado, un 1-1, pero ese momento de jugar en Riazor lo guardo como uno de los mejores que me ha dado el fútbol.

«Mis padres son unos currantes y su ejemplo me ayuda»

El canterano recuerda sus inicios.

—¿Qué queda del Diego Gómez del Santa Teresita?

—Soy el mismo. Sin el Santa Teresita no hubiese llegado a aquí. Aunque solo tenía cinco años, siempre aprendes y te quedan grandes recuerdos. Es un club muy familiar que me puso las cosas muy fáciles.

—De allí se fue al Pabellón.

—Hay un montón de chavales que han salido de ahí y que ahora están jugando en primeras categorías. Ahora no lo sé, pero en mi época, era el mejor de Ourense. Todos los niños querían ir allí con la ilusión de triunfar en el fútbol. Ganábamos ligas metiendo más de 200 goles, sin perder ningún partido.

—¿Recuerda cómo fue su fichaje por el Deportivo?

—Yo fui a jugar una fase de selecciones comarcales con Ourense y el Dépor fue el primero en interesarse en mí. Allí, Ballesta y Albert Gil, que por suerte siguen en el club y están haciendo un trabajo espectacular, hablaron con mis padres y me enseñaron la residencia. Desde el primer momento me pusieron las cosas superfáciles. Me decidí por el Dépor antes que por cualquier otro equipo por lo bien que me trataron Albert y Ballesta.

—Suponía irse de casa con 14 años.

—Al principio, lo viví con un poco de miedo. Siempre he sido muy casero. De pequeño, era de estar con mi abuela todos los días, en casa. Irme fue muy duro. Me ayudó mucho que mis padres vinieran a verme cada fin de semana. Cuando eres un niño no te das cuenta del sacrificio que supone eso, pero ahora que soy más mayor sí que soy más consciente de que hicieron un gran esfuerzo por mí y se lo agradezco mucho. Lo hacían solo para que yo me quedara más tranquilo y que no sintiera morriña. Cuando estaba en Ourense, yo a mis padres solo los veía por la mañana y por la noche porque trabajaban. Son unos currantes y su ejemplo me ayuda a tener los pies en el suelo y a saber valorar las cosas. Yo estaba siempre con mi abuela y la eché mucho de menos cuando me fui a A Coruña.

—¿Cómo le fue en la residencia?

—Me ayudaron bastante. Sobre todo Elkin, que era el encargado. Nos cuidaba en todos los aspectos. Hacía todo lo que estaba en su mano. Tanto en los estudios, hablando con los profesores, como en lo personal si tenías un día malo. El Dépor tiene muy bien cuidados a los niños.

—Y les ayuda con los estudios.

—Nos ponen muchísimas facilidades. Y no solo en la residencia. Cuando terminas Secundaria y Bachillerato, el Dépor te ayuda y te aconseja incluso con los ciclos o carreras que puedes hacer. Elkin también se involucraba en esto.

—En la residencia conectó con Martín Ochoa y Rubén López.

—Estuvimos juntos desde el principio. Rubén, los primeros años, no estaba en la residencia, pero luego vino. Son muchas anécdotas juntos y no todas se pueden contar [se ríe]. Éramos los tres mosqueteros y aún hoy somos inseparables. Desde cadetes estamos juntos y me alegro mucho cuando les van bien las cosas. Son superhumildes y se lo merecen todo.

—¿Qué le diría al Diego de 14 años?

—Que tenga paciencia y se porte bien. Que el fútbol es muy largo y que no se agobie. Que disfrute de ser niño. A veces se tiene mucha prisa por llegar.