La provocación

CRISTINA LOSADA

VIGO

ANTÍPODAS | O |

16 sep 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

A FINALES de septiembre representará en Vigo su último montaje, el grupo de Albert Boadella, Els Joglars. No sé si son los únicos supervivientes de aquella eclosión de grupos de teatro independientes de los sesenta y los setenta, pero son los que han llegado en mejor forma hasta esta época de menor vitalidad creativa en el sector del espectáculo y en la cultura toda. Aquí, en esta ciudad que era pequeña pero peleona, algunos pasamos nuestros primeros miedos escénicos con obras de Camus y de García Lorca, de Chejov y de Arrabal, siendo la de este último autor la única para la que no nos dieron permiso. Todo un verano ensayamos para nada. Arrabal era la bicha. Hablo de 1970. ¿Qué fue de todo aquel hervidero de grupos y festivales? Conservo números de la revista Primer Acto, especializada en teatro, y financiada exclusivamente por sus suscriptores. Son un buen documento para hacerse una idea de la movida cultural de la época. Y un mentís para quienes creen que la historia empezó en los ochenta. A lo mejor, iban con retraso. No captaron que ése fue el principio del fin. Con la cultura de la subvención que comenzó a practicarse desde ayuntamientos, ministerios, y demás, aquella turbulencia que había nacido al margen, y en contra, del poder, se desfondó. La subvención, o sea, el estado, fagocitó a la cultura y la vació. Boadella se ha mantenido fuera de ese jardín de las tentaciones, donde la manzana que te ofrece la serpiente adormece el ingenio y anula el ojo crítico. Y de ahí le ha venido el mal de que le boicoteen, y hasta intenten agredirle en su tierra quienes se sienten ofendidos por su anti-nacionalismo. No es de insultar, pero si se expresara a lo Rubianes, le llevaban en andas o en camisetas. Pero hoy la provocación no es ésa, sino la otra. Y rechazar subvenciones.