Los vecinos tienen que ir a la fuente para lavarse

La Voz

VIGO

23 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

A primera hora de la mañana, la fuente situada junto a la farmacia de Urzaiz tiene mucho público. Varios residentes y dueños de negocios llenan los baldes de agua. Una de las vecinas ha bajado incluso en bata para asearse. Los trabajadores se han levantado pronto y por el grifo no sale una gota desde la noche anterior.

En la peluquería Mapi, los recipientes con agua se alienan ordenadamente detrás de los lavatorios de cabeza. «Hemos tenido que teñir como antiguamente con cacitos de agua», comenta Mari, una de las dueñas.

La peluquería tiene tanto éxito que hasta ella se desplazan clientas desde Cabral o García Barbón. Algunas sufren problemas de movilidad y acuden en taxi. «Debemos ir a buscarlas a una calle cercana porque hay gente mayor que no puede caminar», cuentan las dueñas del establecimiento.

Nina Romero no tiene problemas para desplazarse, pero, como vive tan lejos, ha tardado mes y medio en volver a la peluquería desde la última vez que la visitó. Las obras hacen imposible la circulación por el Calvario y motivan que se pospongan las visitas a la zona. Aparcar en el párking es la única solución, pero María del Carmen Cernadas dice que se niega a dejar su coche en un estacionamiento subterráneo: «Los párkings son muy caros y sólo sirven para enriquecer a cuatro».

Gasto inútil

La calle Andalucía estuvo en obras hace sólo tres años y los vecinos no entienden que vuelva a estar levantada. Los negocios se resienten. «Este es un gasto inútil. La rúa Andalucía estaba bien y hay otros sitios en que eran más necesarias las obras», señalan los comerciantes. Temen que, como siga la calle levantada, «vamos a ser los siguientes en las listas de parados». La camarera Ana Santos no tenía ayer apenas clientela en la cafetería, que sufrió el corte de agua. «Un día normal sirvo treinta cafés y hoy han sido diez como mucho». El establecimiento es un café de diseño y con una bollería y tapas muy apetitosas. Por eso los obreros desayunan allí.

Para entrar y salir de los negocios hay pasarelas. «Esta mañana se ha caído una mujer en la pasarela Cibeles», comentan con ironía en un establecimiento.

Jorge Santos se acoda serio en la barra de un bar. Lleva cinco años en Vigo y contempla con envidia a los que trabajan en las obras de humanización. «A ver si consigo un trabajo». Jorge es albañil profesional. En su día, inició las obras de construcción de unos apartamentos junto a la playa, en su Brasil natal. Pero las obras están paradas porque a pesar de Lula, también se nota la crisis y no tienen financiación.