Ciertos aires de capital

VIGO

26 jul 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Las capitales son lugares dados a la grandilocuencia. En Madrid, por ejemplo, no puede haber jamonerías, ni zapatillerías ni casquerías. Todo en la Villa y Corte se llama El Museo del Jamón, El Imperio de la Zapatilla y El Rey del Menudillo. Hay quien piensa que esto sea chulería castiza, pero no es tal. Ser capital confiere obligaciones, entre las que se cuenta dar nombres rimbombantes a los negocios.

La vecina Lisboa es, en esto, capital de capitales. Lo resume un monumento en la avenida da Liberdade, dedicado a la I Guerra Mundial, en la que los lusos entraron en 1918, meses antes de la firma del armisticio. La placa que adorna el monolito está así titulada: «A Grande Guerra: 1914-1918». Debajo, se resume el conflicto, en versión local:

«1914: Alemanha declara a Guerra ao Mundo»

«1918 (abril): Portugal entra em guerra»

«1918 (junho): Alemanha rende-se».

El estilo telegráfico no oculta un cierto orgullo capitalino. De alguna forma, se sugiere que el káiser Guillermo, abrumado por la entrada de los lusos en el conflicto, salió corriendo a pedir un billete en el AVE de Compiègne para firmar la rendición.

En Vigo, tenemos también este complejo. No siendo capital de nada, nos da a veces por exagerar como si lo fuésemos. Baste el ejemplo de la «autovía», palabra con la que, durante años, apodamos a la carretera a Baiona estrecha y sin arcenes.

Sin ser capital, a veces nos damos aquí aires de tal. Tal vez, porque es una injusticia que no seamos el centro de nada. Y es en esta manía nuestra donde nuestro alcalde y nuestra presidenta del puerto han hallado un filón para soltar floridas grandilocuencias. La una viene a presumir de grandes líneas de cruceros, como si los hubiese atraído ella, que lleva dos días en el cargo. El otro insiste en presentar maquetas de premios Pritzker, quien por cierto no era arquitecto, sino un millonario con una cadena de hoteles, como Paris Hilton.

El problema de las grandilocuencias de ambos están en si uno rasca. Y, cuando rascas, a veces no hay nada. Así, esta semana, Corina Porro ha anunciado una ampliación del muelle de cruceros que, en la práctica, va a ser colocar dos pilotes de amarre. Y Caballero ha presumido de inaugurar la primera obra rematada del Plan E, cuando ya han hecho lo mismo en Toledo y hasta en Mota del Cuervo. Tal vez la política que nos espera vaya a ser así, una competición de autobombo y grandilocuencias. Pero, en lugar de exageración de capital, esto empieza a parecer digno de la olimpiada de policías y bomberos, a la que acaban de partir nuestros representantes. Vancouver, la sede del evento, va a parecer un congreso de los Village People que, además de un grupo, quiere decir, «pueblerinos», que es muchas veces, con tanta fanfarronada, lo que en realidad parecemos.