El número de sillas vacías durante el concierto de Cohen causó polémica en Internet. En los comentarios a los posts del blog Verano Móvil de La Voz de Galicia, se comprueba el enfado de muchos internautas.
«Lo que fue de vergüenza fue que la organización se jactaba en los medios de que las entradas se vendieron en cuestión de horas y en el momento del concierto había una cantidad increíble de sillas vacías; serían por las entradas que se reservan para los amigotes importantes y que al final de todo pasan de ir porque el concierto les da igual», escribió Soko.
También Dolores se muestra de acuerdo con la opinión se de su compañero: «Yo también critico la gestión de los organizadores, pues considero que es de muy mal efecto para el artista subirse a un escenario y ver que un gran parte del aforo de entradas estaba vacío. ¿No se habían agotado? Yo habría pagado por ver a Leonard Cohen y, como yo, una buena parte de ciudadanos que no pertenecemos a ese grupo privilegiado que accede mediante una invitación». La internauta añade que «está claro que no supieron valorar lo que es un gran concierto y carecen de toda sensibilidad y solidaridad ante el resto, que sí estaríamos dispuestos a pagar». Además, esta lectora critica las pantallas de Castrelos: «Eran pobres en calidad y en realización. Desde luego el Ayuntamiento de Vigo no ha sabido dar la talla ante tal evento».
«Por último, y para dejar buen sabor de boca, solo alabar el grandioso concierto con el que Leonard Cohen nos deleitó, entregándose completamente a un público desbordado de entusiasmo ante cada acorde y cada estrofa del cantante y su grupo. ¡Simplemente soberbio!», opina la fan.
Hermes contó asientos de más sin ocupar: «¿Y qué decir de las mil sillas vacías con entrada de pago?», pregunta. «Menudo desastre. Entradas agotadas desde hace meses y allí estaban ellas, blancas, radiantes, esperando a ser usadas, algo que no ocurrió en toda la noche», sostiene el internauta. «Menuda vergüenza, la gente queriendo comprar entradas, y desde la Concellería de Cultura pasando de todo, y sin tener ni idea del aforo, una auténtica pena», añade.