El ahora alcalde reclamaba a Touriño que ordenase un encuentro del PSOE vigués y más dosis de democracia interna
13 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.La democracia la reclama quien no la tiene, pero no porque crea necesariamente en ella.
Hace unos meses, un conocido me contaba cómo un amigo le había pedido acudir a una asamblea del PSOE para votar en una elección interna. Sorprendido por la invitación, mi conocido frenó la conversación advirtiendo a su interlocutor de que no era ni había sido nunca militante de dicho partido, por lo que imaginaba que no podía votar por mucho que quisiera hacerle un favor. ¡No te preocupes, yo te paso y le digo a los míos que te conozco. Además allí siempre se monta lío y no vas a ser el único que no tenga carné!, retomó su amigo para reiterar la petición.
Y por pura experimentación y examen de la calidad democrática, mi conocido fue, votó y desde entonces no ha vuelto a creer en la política. ¿Pero existe realmente la democracia interna en los partidos de la ciudad? Algunos que clamaban por ella hace unos años parecen estar ahora más cómodos con el control de las voluntades.
Cuando su papel en la agrupación socialista viguesa no era más que el de un hombre respetado por haber sido ministro y un brillante catedrático, Abel Caballero encabezó y difundió el 21 de abril del 2002 un manifiesto en el que básicamente clamaba, en nombre del auténtico socialismo, democracia en su partido en Vigo. Al conocer por la prensa la designación de Ventura Pérez Mariño como candidato a la alcaldía, el ahora regidor decía que «cientos de militantes acaban de ver cómo se les usurpó su derecho a debatir, opinar y decidir el candidato a su alcaldía». «El partido en Vigo tiene mordaza», añadía, para culpar de esa situación al entonces secretario general, Carlos Príncipe. Por eso Caballero pedía la dimisión de Príncipe. Y quizás les recuerde a algo que pasó en estos días: el ex ministro exigía al líder del PSdeG que convocase desde Santiago una asamblea urgente en Vigo y que él mismo se desplazase a explicar las razones de la designación de Pérez Mariño por el propio Rodríguez Zapatero y José Blanco.
Siete años han bastado para que la tortilla dé la vuelta. Los críticos que ocupan los asientos desde los que Abel Caballero y Carmela Silva firmaron aquel manifiesto pidiendo la intervención de Santiago en Vigo, hacen ahora lo propio. Y el argumento es el mismo, la falta de democracia interna. Si antes los militantes no pudieron opinar en la designación de Mariño, ahora, ni los miembros de la ejecutiva son consultados. Se sigue sin facilitar los censos a los candidatos a cualquier proceso; se infla el listado de militantes a cambio de atenciones varias; se vigila qué papeleta se elige en las votaciones, como hacían los caciques en las aldeas más remotas, se da una imagen tan mala a la ciudadanía que poco creíble resultan después las promesas electorales. Y es que ni siquiera aquel manifiesto del 21 de abril del 2002 resultó veraz; el mismo Carlos Font, Bahillo, Martín de Hijas o Isidoro Gracia aseguraron un día después no haberlo firmado, pese a aparecer sus nombres a pie de página.