Hoy voy a hablar bien de los bancos. Pero de los de sentarse, y no de las entidades financieras. Carezco de la capacidad creativa para elogiar a quienes provocaron la crisis, jugando a la economía especulativa, y van a sobrevivir a ella, previo saqueo del dinero de todos. Ayer mismo, el Pastor presentó sus cuentas, con pingües beneficios. Antes lo hicieron Caixa Galicia y Caixanova, como el Banco Gallego, el Banco Etchevarría, el Banco de Galicia y toda cuanta institución financiera exista aquí o en cualquier otro punto del orbe. De una catástrofe que deja un 20% de parados, solo vamos a ver una quiebra: la de Caja Castilla-La Mancha. El resto, todas felices, dando beneficios, pidiendo ayudas y sacando pecho.
Carezco también de la voluntad como guionista para montar un personaje como el del supervillano que, desde hace meses, se nos presenta en el culebrón devenido en cómic de las cajas. Tras Jocker, Lex Luthor y el Doctor Octopus, el terror es ahora un malvado octogenario que, picado por una patraña radiactiva, gobierna en su delirio a Gotham City, ciudad poblada por felones enemigos del sentido común y del buen tono.
Así que, no pudiendo asumir ni uno ni otro papel, hablaré de bancos, pero de los de sentarse. En uno de ellos terminé yo ayer tras batir el récord mundial de participar en tres manifestaciones en una misma mañana. Primero, salí con UGT y CC. OO. Luego, marché con la CIG. Y, para terminar, paseé con los anarcosindicalistas, que eran los más animados. Por el esfuerzo, no sé si me darán la compostela. Pero ir de Vía Norte al puerto, tres veces, ida y vuelta, debería computar como medalla en la Vig-Bay o, cuando menos, diploma olímpico.
Años hacía que no iba yo a una marcha del Primero de Mayo. Le perdí interés cuando descubrí que había cobrado tintes de procesión, en la que lo más que se coreaba era: «¡Primeiro de Maio: Día do Traballo!». Para decirme la fecha, me bastaba con escuchar Radio Hora. Así que no iba. En tiempos de bonanza, y poco que decir, las manifestaciones podía perfectamente celebrarse el 5 de febrero, «me como un mero», o el 4 de octubre, «chupando de la ubre».
Esta vez, con cuatro millones de parados, esperaba yo la cosa más animada. Pero, salvo cierto entusiasmo en el sector de la CIG y de la CGT, en general solo faltaban las velas de Cerería San José para que las homologase a procesión el obispo Fiuza. El tostón, con la que está cayendo, llamaba francamente la atención.
Así que, rematada la jornada digamos que reivindicativa, un tanto desilusionado porque se haga y diga más bien poco, terminé sentado en un banco de los que llevan grabado el rótulo «Alcaldía». Y diría que era cómodo. Y que ha sido una buena idea instalarlos. Y que estos pequeños detalles, que llevan a la gente a disfrutar de la calle, son los importantes. Pero tampoco de este tema veo conveniente escribir. Así que rectifico: mejor no hablar de bancos. Ni de los unos ni de los otros.