Los gastos sin sentido realizados en el antiguo hogar de menores ejemplican la ligereza en el uso de los fondos públicos
05 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Ante una comitiva reducida, a la que no había sido invitado o no quiso asistir el alcalde de Vigo en el verano de 1986 -las relaciones entre la Alcaldía y el Gobierno gallego han sido históricamente tumultuosas- el entonces vicepresidente de la Xunta, Xosé Luis Barreiro Rivas, reinauguraba el edificio de La Gota de Leche ensalzando la inversión que el Gobierno gallego había destinado a dignificar el centro que desde los años cincuenta había venido cuidando de los pequeños menos favorecidos de la ciudad. Barreiro ponía por delante el importe de la factura pagada, de la que siento no poder recordar su magnitud, pero que era lo suficientemente cuantiosa como para sufragar la renovación de toda la cocina, el comedor, el mobiliario de las habitaciones y los espacios educativos.
Muchos años más tarde, y cuando el paso del tiempo había descascarillado la inversión de la Xunta de Albor y ya no quedaba rastro ni de los niños ni de las monjas que los cuidaban, el bipartito destinó otra remesa de 240.000 euros al mismo inmueble. En mayo del año pasado, el edificio quedaba preparado para que los indigentes utilizasen su renovado comedor, salones, cocina y habitaciones. Pero al final, solo entraron los que lo hicieron por la fuerza, al ver que el dinero público gastado no había tenido más uso que el que le pudieron dar las empresas que remozaron el local.
La Xunta prepara ahora un nuevo cheque, esta vez de 519.554 euros, ahí es nada, para abrir en el mismo inmueble de la Ronda de Don Bosco una guardería pública, mientras los nacionalistas claman por su conversión en albergue y los socialistas en una comisaría de la Policía Local. A buen seguro, las vueltas que ha dado ese edificio y el tiempo que lleva sin utilidad solo pueden producirse porque se gestionaron con dinero público y porque quienes lo manejan no se sienten responsables de estar utilizando el dinero de los demás.
Pero de gotas de leche está Vigo llena. De proyectos pagados con los impuestos de todos que nunca han visto la luz o que quedan en desuso sin que nadie se sonroje. El edificio Cambón; los sucesivos y millonarios proyectos para el metro; el estudio, aún sin pagar del todo, que a Álvaro Siza se encargó para hacer un multiusos en Samil; el teleférico de O Berbés; el World Trade Center (dos veces), o la multitud de planes para remodelar Samil, son solo ejemplos de esa gota malaya que mina la confianza de los vigueses en sus políticos, que como dijo un día un edil ya fallecido cuando le dijeron que el proyecto que estaba inaugurando tendría que ser derribado en poco tiempo para dejar paso al cinturón de circunvalación: «Total, para lo que costó».