El insulto agarra el bastón de mando

Á. Paniagua, J. Fuentes VIGO / LA VOZ

VIGO

Caballero se estrenó llamando «imbéciles» a los que opinan que su política es localista

12 jun 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Y entonces sucede. Los políticos llevan ya casi una hora hablando. El respeto es absoluto. La solemnidad, máxima. Es cierto que se ha escuchado alguna frase dura. Ha habido también acusaciones. Reprobaciones. Reproches. Es, pues, un pleno, como todos, con enfrentamiento político. Pero es el momento político más ceremonioso en cuatro años. Y entonces -una del mediodía, auditorio municipal de la Praza do Rei, 200 personas, ritual de promesas y juramentos, puro protocolo-, ocurre algo que deja al público boquiabierto y que provoca que más de uno pegue un respingo en su asiento. Con el bastón de mando en la mano y en las primeras palabras que dirige oficialmente a la ciudad como su regidor, Abel Caballero insulta a no pocos vigueses:

-Un Vigo forte e dinámico que lidere e ocupe o seu espazo nunha nova Galicia máis diversa é a mellor contribución que todos podemos facer. Só os imbéciles e escuros que non nos entenden, non, chaman a isto localismo.

Aturdidos por el improperio, no todo el mundo se da cuenta de que cita un verso del himno gallego. Entre los insultados se encuentran, entre otros vigueses, Santiago Domínguez y Corina Porro, que han opinado en varias ocasiones que la política de Caballero es localista.

Infiltrados. Esa chica que se sienta en la undécima fila del auditorio municipal parece fuera de lugar. Viste ropa de gala, un sombrero calado hasta la nariz y gafas de sol. Tiene la mirada huidiza. A su lado, también con sombrero y gafas, un hombre excesivamente elegante.

Abel Caballero, el concejal de más edad de la corporación, es el primero en prometer su cargo. Cuando lo hace, la chica de la mirada huidiza y el hombre excesivamente elegante se levantan con carteles -«No hay pan para tanto pepino», «No hay pan para tanto chorizo»-, pepinos y una portada de La Voz de Galicia que titula «Los bancos reclaman las viviendas de 122 vigueses por impago de hipotecas». Gritan, patalean y otros tres compañeros suyos pitan con silbatos. La policía se pone nerviosa. ¿Pero no habían conseguido dejar fuera del auditorio a todos los indignados del 15-M? ¿No habían hecho un enorme despliegue por ellos? El presidente de la sesión, que es el propio Caballero, les advierte varias veces de que los va a echar. Pero los indignados repiten la escena cuando juran el cargo Santiago Domínguez y Corina Porro. Y, claro, la policía acaba acompañándolos a la puerta.

De saludos, aplausos y otras mentiras. Hay miradas incómodas como un dolor de barriga. A la popular Teresa Egerique, secretaria de la mesa de edad por ser la más joven de la corporación, le tocó entregar a Caballero el bastón de mando. Mientras lo hacía, tuvo que mirarle a los ojos.

Hay apretones de manos que más parecen el beso de la muerte. Caballero y Porro se encontraron justo antes del pleno. Se dieron la mano. Ambos apretaban fuerte los labios.

Hay sonrisas que duelen más que una patada donde más duelen las patadas. Santiago Domínguez trató de enseñar toda su dentadura al alcalde cuando este fue a saludarle, ya con el bastón de mando. No le salió.

Hay aplausos lacerantes como púas. A los concejales del BNG les tocó ovacionar a Abel Caballero cuando fue elegido alcalde. Apenas juntaron las manos cuatro veces y ni se les ocurrió ponerse de pie, como sus compañeros de mesa socialistas. El PP, dolido, no quiso aplaudir al alcalde de todos los vigueses, recién elegido. ¿Se lo imaginan en otras latitudes?