El Código de Vincios

VIGO

09 jul 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

No es extraño que hayan robado el Códice Calixtino. El patrimonio gallego está tan mal protegido que lo raro es que no se lleven también el pórtico de la Gloria y el botafumeiro. Así que el beneficio del robo podría ser más valioso que la pérdida.

Galicia suele aprender a base de disgustos. Y solo se adoptan medidas después del naufragio, del incendio o de la marea negra.

Para muchos, el caso del códice daría para una novela. Hay quien espera que aparezca Dan Brown y se forre con un Código de Vincios. Pero yo me apostaría algo a que la explicación del caso es más sencilla, más pedestre que la que plantearía un best seller. Y que, si a Hollywood le interesase el caso, el protagonista debería ser Peter Sellers.

Me jugaría algo a que la desaparición del libro es una rocambolesca historia que, cuando se conozca en detalle, más que emocionar al lector o espectador ávido de emociones, va a derivar en una comedia bufa. Aunque esto es solo un presentimiento, que el tiempo se encargará de despejar.

Por lo demás, es lógico que hayan robado el Códice Calixtino. En Galicia, hace años que se llevan hórreos, cruceiros y petos de ánimas con toda impunidad, sin que la noticia ocupe gran cosa en los periódicos. Viene el camión, con su volquete y su pluma, levanta una joya de nuestro patrimonio y termina luciendo en la finca de un nuevo rico.

Aquí se han expoliado hasta las esculturas de la naturaleza. En el año 2003, desapareció de la costa de Camariñas la roca del oso, un espectacular penedo con forma de úrsido.

Si yo mismo, mañana, quisiera robar todos los cuadros de Castrelos, podría hacerlo con poca ayuda y con completa impunidad. Me llevaría un Goya en una operación que no daría ni para medio episodio del Equipo A.

Hace veinte años, desaparecieron varios incunables que se conservaban en la Escuela de Artes y Oficios. Nadie los custodiaba y no reaparecieron nunca.

Respetamos muy poco nuestro patrimonio. Y no solo porque nos dejemos robar, como ha sucedido con el Códice Calixtino. Sino, también, porque no protegemos obras de arte a la vista de todos, al aire libre, como los petroglifos, las mámoas o los poblados castreños, a menudo víctimas de salvajadas urbanísticas. En Vigo, tenemos el mejor ejemplo en dos de nuestras tres iglesias románicas: La de Castrelos y la de Coruxo. Cualquier día, un camión se va a llevar por delante el ábside de ambos templos. Porque la carretera pasa pegada a los muros del siglo XII, a sus canecillos y ventanales. Seguro que, cuando suceda tal cosa, saldrá un párroco, un deán, un político o algún otro portavoz acreditado, para decirnos que no sabe cómo pudo ocurrir tal cosa.

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