«Me he convertido en un mitómano»

soledad antón maría jesús fuente VIGO / LA VOZ

VIGO

Apasionado por la Fórmula 1, ha conocido en persona a once campeones del mundo

03 oct 2011 . Actualizado a las 11:35 h.

Una mezcla de pasado y presente explica por qué Príncipe es uno de los rincones favoritos de Jaime Domínguez Blein. Desde que este amante de los coches, el mar y el arte se jubiló de forma anticipada (e imprevista), pasa buena parte de su tiempo pintando, escribiendo..., en suma, creando, en su estudio-despacho de Marqués de Valladares, lo que le obliga a cruzar la calle hasta cuatro veces al día. Las más de esas veces el encuentro con algún amigo propicia jugosas charlas, en su caso siempre sin prisas. En cuanto al pasado, recuerda sus paseos de joven. Era el lugar de referencia de chicos y chicas en edad de merecer, sobre todo los fines de semana, para ver y ser visto.

Nieto de Enrique Blein, el primer alcalde republicano de Vigo, Jaime no sintió nunca la llamada de los libros -«tengo el récord de haber estudiado los siete cursos de Bachillerato en nueve colegios», ironiza-, así es que empezó a trabajar antes de lo que su familia, especialmente su padre, hubiera querido. Fue precisamente la afición por los coches que sentía su progenitor lo que marcaría su futuro laboral en los desaparecidos Talleres Doal.

Cuenta Jaime que antes de entregarse definitivamente al mundo de las bielas y los pistones, hizo un último intento y se matriculó en Peritos. Los suspensos se sucedían porque, según confiesa, «pasaba más tiempo en el Montesol jugando a las cartas que en la escuela».

Lo que no imaginaba es que trabajo en el taller de reparaciones le permitiría cumplir uno de sus sueños, convertirse en espectador privilegiado en las carreras de Fórmula Uno. Por si fuera poco, un carné de periodista de pega -«entonces no había los controles que hay hoy»- le abrió en muchas carreras las puertas de los boxes en diferentes circuitos. «He conocido en persona a cinco campeones del mundo», afirma. Tiene una larga ristra de fotografías que lo atestiguan. Con su favorito, Ayrton Senna, pero también con Stewart, Ronnie Peterson -«el día que se murió estaba yo en el circuito»-, Fitipaldi, Lauda, Piquet... De todos guarda algún recuerdo, incluidas piezas de los motores que tiraban los mecánicos. «Me he convertido en un mitómano».

Lo atestiguan otros muchos trofeos gráficos que exhibe con orgullo. Por ejemplo con Irene Papas, Fernando Botero... A la mayoría de estos últimos los conocido durante su etapa de marchante de arte. Ahora, con mucho tiempo libre, es él el que se ha lanzado al mundo de la creación. Su estudio está repleto de cuadros propios y ajenos, de esculturas imposibles con piedras de río y piezas de motores. Y de fotos, muchas fotos.

Invita a la periodista a fijarse en las que están pegadas en una carta náutica. Esa carta, dice, esconde algunos de los mejores y los peores momentos de su vida. La atracción que ha sentido siempre por el mar, y tal vez un poco la inconsciencia de la juventud, le llevaron a emprender 1979 con dos amigos, Manolo Corrales y Luis Sirvent, una aventura que le dejó huella. Querían cruzar el atlántico en el Roda, un velero de nueve metros.

Antes de meterse en tarea tan arriesgada, decidieron probar con un recorrido más fácil: Vigo-Póvoa-Madeira-Canarias. La prueba no salió como esperaban. «El Roda era un tocho que con vientos flojos no se movía». Por si fuera poco, navegaban a ojo, ya que el velero no contaba con electrónica de ningún tipo, ni siquiera con radio. «Todo lo que teníamos era un compás y un sextante que no sabíamos manejar. Nos movíamos por intuición», explica. Así se entiende que entre Póvoa y Madeira tardaran siete días en divisar tierra, en los que vivieron situaciones límite con las tensiones que eso implica. Claro, después de aquella odisea, en la que por no faltar no faltó ni un temporal, el cruce del Atlántico se pospuso sine die.

Jaime Domínguez Blein

Buen conversador

Calle del Príncipe

Porque es uno de mis referentes diarios y donde, de joven, a base de paseos, aprendí a admirar a las chicas