Ingenieros de EE.UU. desarrollan Vigo, un dispositivo portátil que detecta la somnolencia de los conductores y evita accidentes
21 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.«¡Vigo, Vigo, Vigo! ¡Hasta el nombre es bonito!», proclamaba Manuel Manquiña. Hacía su declaración de amor mientras conducía por el extrarradio, con la ría al fondo, acompañado de Marta Larralde, que estaba espectacular. Todo ello en una secuencia de la película Lena, de Gonzalo Tapia, que firmó un filme pequeño, pero rodado con cariño. La vuelves a ver y te sigue gustando.
Desde que escuché la proclama en los Multicines Norte, en el año 2001, la he incorporado a mi propio repertorio: «Vigo: ¡Hasta el nombre es bonito!». Y, en efecto, probablemente lo sea. Porque estas, dos sílabas y cuatro letras triunfan por el mundo como marca de muchos productos, sin tener otro sentido que su buen sonido. Así sucede por ejemplo, en Japón, con el Toyota Vigo, que no se comercializa en Europa.
El último gadget con nombre vigués es el Vigo, un dispositivo portátil que se lleva en la oreja, se conecta por bluetooth al móvil y te avisa si te quedas dormido. Su utilidad principal es alertar a los conductores. El Vigo, que parece un micrófono inhalámbrico, es un palito que va desde la oreja al ojo, donde lee los parpadeos y los movimientos de la retina. En caso de que detecte somnolencia, vibra y envía un mensaje a tu teléfono para que suene una canción. Sus creadores aseguran que, con Vigo, se acabaron los accidentes por cabezadas súbitas en la autopista.
El invento lo han patentado tres ingenieros recién titulados en la Universidad de Pennsylvania (EEUU). Drew Karabinos, Jason Gui y Jonathan Kern han trabajado unos años desarrollando el dispositivo, que ahora fabrican en China. Saldrá al mercado en el año 2014 y se adelantarán a una aplicación que Google prepara para sus esperadas G-glasses, las gafas para hacer fotos, ver películas y operar con el teléfono sin manos.
El Vigo también facilita al teléfono información sobre el estado de alerta del usuario y algunos parámetros médicos. De hecho, a través de la pantalla te hace también recomendaciones para mantener la vigilia, como tomarte un café o dar un corto paseo. Se vende como un artefacto saludable, pero también como un gadget indispensable para no dormirte en clase, en el cine, en el coche o en una conferencia.
Pero, leyendo su historia, lo más curioso me parece su nombre: Vigo. Sus inventores dicen que lo eligieron porque sonaba bien: Vigo. Sin más pretensiones. Aunque no significase nada. Así que tenía razón Manquiña: En Vigo, hasta el nombre es bonito... Tal vez algún día veremos por la calle este cacharro, convertido en un accesorio habitual de nuestra vida doméstica. Y la gente se extrañará de que nuestra ciudad tenga el nombre de un artilugio. Como si se llamase walkman, ipod o tamagochi. Y tal vez en A Pedra los comprasen los turistas, de estraperlo, ahora que se ha descubierto que en el mercadillo más típico de Vigo: ¡Se vendía tabaco!
Esperamos que el nuevo juguete tecnológico funcione. Porque nos gusta su marca: Vigo. Vigo, Vigo... Hasta el nombre es bonito.