Tengo un amigo que me recuerda al replicante de Blade Runner. El personaje de aquella inolvidable película de Ridley Scott aseguraba haber visto cosas increíbles, como atacar naves en llamas más allá de Orión y rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Mi amigo sostiene que en Vigo hay un alcalde progresista.
Al replicante solo cabe replicarle que eso es pura ciencia ficción. En Vigo hay un señor que gobierna bajo las siglas del Partido Socialista Obrero Español, sí, pero que está dejando un reguero de momentos que jamás se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Vaya aquí un somero decálogo de esas perlas:
-Bloquear las ayudas urgentes a tres mil familias pobres de la ciudad.
-No derribar la fascista Cruz del Castro, pese a tenerlo a huevo con la Ley de Memoria Histórica que aprobó su partido.
-Subvencionar vuelos al extranjero sin discriminar el nivel de renta.
-Negarse a que los parados de larga duración puedan viajar gratis en el bus, como ha hecho su homólogo ourensano.
-Cerrar el local donde se refugiaban los drogodependientes y atenderlos en la calle con una furgoneta.
-Defender a capa y espada a un banquero que estafó a analfabetos.
-Usar el coche oficial en la manifestación del Primero de Mayo.
-Registrar los bolsos de los ciudadanos que quieren asistir a los plenos.
-No recibir a los representantes del movimiento vecinal.
-Sumarse a la ola de xenofobia negando unas míseras ayudas a extranjeros sin recursos.
Esto último lo anunció ayer. Hasta ahora no se le escatimaba el cheque social a los inmigrantes empadronados en el Ayuntamiento, aun careciendo del certificado de residencia. Pero el presunto progresista sigue la estela de los que se dedican a retirar cartillas sanitarias y a poner cuchillas en la frontera.
Le he preguntado a mi amigo si recibe algún tipo de subvención de Caballero para no ver la realidad. Porque Vigo siempre ha sido una ciudad solidaria y crítica cuando tiene que serlo.
diego.perez@lavoz.es