Cómplices

VIGO

Imagen de archivo que resume lo que ocurre en el Concello de Vigo: Caballero (PSOE) le da una palmada cariñosa a Figueroa (PP) mientras la nacionalista Veloso (BNG) se queda al margen.
Imagen de archivo que resume lo que ocurre en el Concello de Vigo: Caballero (PSOE) le da una palmada cariñosa a Figueroa (PP) mientras la nacionalista Veloso (BNG) se queda al margen. m. moralejo< / span>

05 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

«¡Xuntos, máis forte!», cantaba en los 90 un Juan Pardo a sueldo del PP. Siempre he pensado que esa frase, más que una llamada al esfuerzo común, era una referencia nada subliminal al rodillo de la mayoría absoluta. Fraga nunca fue un hombre que contemporizase con sus adversarios. Y en aquellos tiempos las cosas le iban de perlas. Su partido incluso ganó las elecciones municipales de Vigo en 1995, con la única mayoría absoluta que se ha dado en democracia en esta ciudad. Tan sobrados iban de poder que el entonces delfín de don Manuel, Xosé Cuiña, se permitió el lujo de sacrificar la plaza (do Rei) y defenestrar a un alcalde que le podía hacer sombra. Desde aquella, los populares no han levantado cabeza por estos lares; aunque hubo un paréntesis con el gobierno en minoría que le regaló el Bloque a Corina Porro, tras una cuestión de confianza a cambio de favores urbanísticos.

Tan mal y tan falto de liderazgo está el PP que ya ni ejerce de oposición. Al aprobar los presupuestos del alcalde socialista se han convertido en sus cómplices. De repente, ven ríos donde antes sólo había asfalto. Ahora ya no dan ruedas de prensa para criticar lo que se hace mal y lo que convendría corregir. Ahora las dan para decir que las cosas van bien (?) gracias a ellos y para ofrecer -casi implorar- su apoyo económico a proyectos tan populistas y criticables como destinar millones de euros públicos a los intereses de una sociedad anónima (por muy símbolo de la ciudad que sea, que lo es) que tiene como accionistas mayoritarios a un empresario y a un banquero venezolano. Sin necesidad de que Carlos Mouriño y Juan Carlos Escotet hayan dicho esta boca el mía, asistimos al espectáculo de los representantes del pueblo peleándose para ver quién le deja el terreno de juego más bonito al Celta. Todo ello en medio de la peor crisis económica que se recuerda. Si todavía imperase algo de sentido común y de respeto a los casi 32.000 parados en la ciudad, el Ayuntamiento se limitaría a llevar a cabo unas obras de urgencia en el estadio municipal para garantizar la seguridad y luego concentraría sus esfuerzos económicos en las verdaderas prioridades de las personas.

Dejando las ideologías de cada quien al margen, un observador imparcial podría llegar a la conclusión de que Vigo se ha convertido en un exponente de perversión democrática. Las decisiones las toma un señor (PSOE) que se convirtió en alcalde gracias al respaldo del partido menos votado (BNG), mientras la formación que más respaldo obtuvo de los ciudadanos (PP) ha renunciado a ejercer la labor de control que le correspondía y se ha enfundado el traje de comodín/comparsa de un gobierno en minoría.

Curiosa manera de interpretar la voluntad popular. Los nacionalistas decidieron darle un cheque en blanco a Caballero, que hace caso omiso de quienes le regalaron el bastón de mando, y los populares tocan una versión muy rara de aquel Xuntos de Juan Pardo. Se la cantan cada día a los socialistas al oído. Y cómo desafinan.