Elena Muñoz es, sin duda, una persona muy hogareña. Solo así se explica que en Vigo no la conozca nadie. Tal vez salía poco a la calle. Porque ni siquiera periodistas ni compañeros de partido han coincidido con ella a lo largo de los años. Son esperables sus datos de popularidad en las encuestas.
Para aclarar el tema, Elena Muñoz es la candidata del Partido Popular a la alcaldía de Vigo. Su designación, como decisión política, entra en el terreno de lo alucinante. Y, desde luego, no le ayuda en absoluto haberse presentado sola como la una en una visita al Museo del Mar, fotografiada admirando una gaviota disecada. Como, tampoco, haber proclamado en una televisión local que Cachamuíña es el patrón de Vigo. No creo que gane muchos votos intentando elevar al capitán Bernardo González del Valle, héroe de A Gamboa, a los altares.
El colmo ha sido su propuesta de una entrada única para los museos de Vigo, cuando ya son todos gratis. En conjunto, esto es un despiporre.
Uno puede pecar de «buenismo» y callarse. Lo hacen _me consta_ muchos militantes del Partido Popular.
Pero esto es un sinsentido que no se merece tampoco la propia Elena Muñoz, en quien se ve una buena persona que fue definida, al ser nombrada conselleira, como «afable y trabajadora». No me cabe duda de que también es una funcionaria ejemplar.
Pero todo lo que está pasando es un despropósito. Es humorístico. Es de risa. Salvo que haya una voluntad deliberada ya no de perder, lo cual era inevitable, sino de vivir una hecatombe.
Como ciudadano y espectador no entiendo nada. Salvo la foto metafórica de la candidatura. Aquellas anclas y aquel Chema Figueroa. Tras 28 años de edil, lo veo liderando la oposición en unos meses. Como siempre.
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