Nómadas digitales trabajando para Nueva York... desde Vigo

e. v. pita VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Las multinacionales fichan talentos locales que compaginan jornadas laborales en su casa con viajes a la sede extranjera

28 ene 2019 . Actualizado a las 14:46 h.

Trabajar para la Gran Manzana en zapatillas. La teleemigración está en auge debido a la globalización. Muchos vigueses participan en proyectos de una compañía extranjera desde su casa en Vigo. El caso extremo son los digital nomads (nómadas digitales), que viajan por el mundo con su oficina a cuestas dentro de su portátil, se conectan al wifi para gestionar correos desde un bar de una capital de moda o buscan el clima más benigno.

En Vigo, lo más común son los teletrabajadores fichados por multinacionales para colaborar en proyectos en equipo. Estos talentos locales son teleemigrantes captados por firmas extranjeras y que solo viajan unas semanas al año a la sede central en Nueva York (como varios empleados vigueses de IBM Research), Holanda, Israel o Alicante, entre otros.

La teletrabajadora Mercedes Rodríguez señala que este fenómeno está aumentando en todas partes, incluso en puestos que no son remotos, cada vez son más las empresas que ofrecen la posibilidad de teletrabajar varios días por semana y tener horarios flexibles. «Favorece mucho la conciliación familiar y, sobre todo en ciudades grandes, en donde los desplazamientos son largos, es calidad de vida», indica.

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Otros teletrabajadores veteranos se han mudado a un coworking (oficina compartida) porque no soportan la soledad del hogar. Necesitan gente con quien desahogarse. Rocío Romero, una coruñesa de 29 años que se mudó a Vigo por motivos personales, trabaja desde octubre en un coworking de A Ferrería, en el Casco Vello, para una agencia de viajes de Asturias que organiza estancias en el extranjero para aprender idiomas. Usa teléfono y ordenador, a veces habla en inglés. «Estiven catro anos traballando na casa pero frustrábame non ver xente durante todo o día, os horarios son difíciles de levar porque é máis cómodo procrastinar (perder o tempo) na casa. Agora, teño un espazo onde traballar, xente coa que comer ao mediodía, xente coa que protestar se teño unha chamada que me deixe de mal humor e xente coa que rir e falar neses ratos de distensión. E obrígome a diferenciar o espazo persoal co laboral, e agora sei desconectar», cuenta.

El abogado laboralista Matías Movilla explica que la figura del teletrabajador está regulada en el Estatuto del Trabajador desde siempre pero las nuevas tecnologías están facilitando esa posibilidad. «Hoy muchas personas se quedan varios días a la semana en casa conectados directamente al ordenador. Esa situación es buena en la medida que permite conciliar mucho más y evita traslados innecesarios. Las distancias no son un obstáculo para realizar el trabajo», señala.

Movilla recalca que «no podemos negar las evidencias de la utilización de las tecnologías si mejoran las condiciones laborales y personales del trabajador».

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«Iré a ver a los Nicks contra Dallas»

David García, vigués de 27 años, trabaja desde su casa desde hace menos de un año para la tecnológica IBM Research, con sede en Nueva York, pero también participa en múltiples proyectos como, por ejemplo, uno de inteligencia artificial del equipo Debater, de Israel, país que sus compañeros visitaron.

 Atendió a esta entrevista desde Nueva York, pues esta misma semana ha volado desde Vigo a la Gran Manzana para reunirse con su equipo. Estará más de una semana en Estados Unidos. «El viaje no es estrictamente necesario. A veces hacemos alguno por negocios, una o dos veces al año», dice. «Mayormente, en Nueva York trabajo pero eso no nos impide a mí y unos compañeros aprovechar una tarde para ver un buen espectáculo de la NBA, los Nicks contra Dallas, esperemos que la nieve nos lo permita, o para dar un paseo por Manhattan el fin de semana», señala. «Al partido de la NBA iremos varios compañeros juntos. Hay que aprovechar el tiempo libre que se tiene, no todo es trabajar», añade.

Cuando vuelva, la oficina será su casa. «El comienzo fue complicado pero te acostumbras y en cuanto te mentalizas eres capaz de ser tremendamente productivo», indica.

«Mi estilo de vida no ha cambiado demasiado pero tengo más tiempo para atender las cosas que pasan a mi alrededor como la familia. Lo que más agradezco es la conciliación que te permite tener con el resto de tu entorno. No tengo hijos pero si alguien de la familia necesita algo, estoy más disponible», comenta.

Valora mucho su participación en equipo. «Me da la sensación que debido a trabajar en un sector tan global las diferencias que pudiesen haber se disipan totalmente entre el equipo. El ambiente es importante y creo que trabajando en remoto es un punto clave para sentirte a gusto en la profesión», señala.

«Conocer a todos los del equipo es complicado. Tengo la suerte de poder conocer a la gran mayoría y normalmente se suelen hacer reuniones de equipo para que todo el mundo pueda conocerse por suerte. Y sí que es cierto que eso suele mejorar la relación, aumenta la confianza con la otra persona y hace más cómoda la comunicación», comenta.

XOAN CARLOS GIL

«Todo el equipo nos reunimos en un país cada año»

Saúl Molinero, vigués de 29 años, vive y trabaja desde su casa en Baiona como desarrollador de aplicaciones móviles en Android para una compañía americana con sede en Nueva York, en Estados Unidos. Forma parte de un equipo de diez personas. Su grupo es multicultural porque lo integran empleados de Nueva York, Portugal, Francia y España. Superan el millón de usuarios, mayoritariamente de Brasil. «He viajado en varias ocasiones a Nueva York pero lo normal es que todo el equipo se reúna en algún lugar una o dos veces al año. La última vez nos juntamos en Vigo, y la próxima será en Portugal», dice.

 Compañeros de su empresa se definen como digital nomads, pues un gran porcentaje del año se lo pasan en el extranjero viajando y trabajando a la vez. Uno pasó el año pasado por México, Estados Unidos, Japón y Europa, «sin que su productividad se vea afectada en mayor medida».

«Llevo trabajando en remoto alrededor de cuatro años, al principio solía trabajar a deshoras pero con el tiempo he aprendido a ser disciplinado y ahora mantengo un horario, al igual que un espacio de trabajo dentro de mi propia casa, donde únicamente suelo trabajar», dice. Su salario supera la media en Vigo y la nacional establecida para su puesto.

Comenta que, a pesar de la distancia y los husos horarios, no existe el jet-lag porque «en todo momento, todo el equipo sabe la zona horaria de cada uno, y sabemos comunicarnos productivamente síncrona y asíncronamente, utilizando herramientas donde mostramos cuándo estamos disponibles y cuándo no, salvo ciertos días con reuniones a una hora específica». Pero el trabajo es individual, de desarrollo.

Con sus compañeros solo habla inglés y para sus videoconferencias utiliza Slack, una herramienta que permite la comunicación vía texto por canales, y vídeo y voz. «Se echa de menos un ambiente de oficina pero por ello, cada cierto tiempo me reúno con amigos que también trabajan en remoto y trabajamos juntos en un mismo espacio», dice.

«Las ventajas de trabajar en remoto son difícilmente superables, hasta tal punto que no me veo cambiando mi modalidad de trabajo salvo por fuerza mayor. Sientes que eres dueño de tu propio horario, ajustas tus horas de trabajo donde eres más productivo, tienes tu propio espacio de trabajo a tu medida, libre de distracciones, puedes vivir y viajar donde quieras», añade.

En su tiempo libre, Molinero organiza los grupos Google Developers Group Vigo y Vigo Android Developer Group. «Vigo se ha convertido en un lugar muy interesante a nivel de comunidad de desarrolladores gracias a VigoTech, un conglomerado de grupos de desarrollo que organiza eventos de tecnología casi semanalmente», indica.

XOAN CARLOS GIL

«Podría trabajar donde quisiese solo con Internet»

Mercedes Rodríguez es una traductora y programadora de 42 años y lleva 15 trabajando a distancia. Actualmente, desarrolla sus tareas desde su casa de O Porriño para una firma de Alicante que se dedica a programar chatbots (conversaciones automatizadas).

Su carrera comenzó cuando fue contratada como traductora para Universia en el proyecto Universia-MIT OpenCourseWare. «Trabajaba desde casa traduciendo o revisando los materiales que me asignaban y viajaba a Madrid un día al mes para reunirme con el resto del equipo», recuerda. A los dos años pasó a coordinar el proyecto y analizaba los materiales que les enviaba el MIT, planificaba la traducción o revisión y se los asignaba a diez traductores del proyecto repartidos por España. Y debía coordinarse con el MIT y con Universia Brasil por correo electrónico y llamadas cada dos semanas.

Su siguiente etapa fue en Ityis siglo XXI, un portal de contenidos web. Trabajó como traductora y editora de contenidos creando posts para diversos blogs de temáticas diferentes: nanotecnología, avances tecnológicos, noticias de Internet y móviles, fintech, IoT o las smart cities.

Actualmente, trabaja para 1millionbot, una firma de Alicante que desarrolla chatbots y agentes conversacionales. Empezó como desarrolladora y diseñadora de interfaces de voz con Dialogflow y ahora es directora de innovación y mejora de la calidad. Coordina la investigación de funcionalidades e integraciones de mejora del producto.

Como se trata de una startup y es una empresa pequeña, participa en todo el proceso de creación del chatbot: las reuniones iniciales con los clientes para estudiar sus necesidades, diseñar una estrategia de desarrollo y elaborar un presupuesto, planificar tareas, diseñar la estructura de la interfaz conversacional o asesorar en la fase de producción si es necesario.

En su vivienda tiene una habitación preparada como oficina y su horario es de 9.30 a 17.30 horas, un poco flexible y lo varía avisando a la empresa. «La mayor parte del tiempo realizo el trabajo desde casa, pero cada dos meses aproximadamente viajo a Alicante y trabajo en la empresa dos semanas», dice.

No se considera una nómada digital pero, «podría serlo porque puedo trabajar desde cualquier sitio si dispongo de conexión a Internet, pero no suelo hacerlo». Recalca que el teletrabajo es muy rentable si la compañía está en un país con sueldos altos.

«Tenemos un calendario en la nube para programar las reuniones de grupo y con los clientes y yo me conecto a través de videoconferencia», dice. Además, para las preguntas rápidas del día a día se comunica con los compañeros a través de Slack. Y si es algo más complejo, utiliza el teléfono o videoconferencia si necesita compartir pantalla. Los documentos los comparte en la nube.

Apunta que una ventaja es no tener que desplazarse hasta la oficina a diario, tener un horario más o menos flexible y la posibilidad de trabajar desde cualquier sitio. «El teletrabajo es ideal para realizar tareas que requieren de mucha concentración porque nadie te interrumpe o distrae», dice. Ve como inconveniente que al principio no es fácil estar en casa porque «requiere bastante autocontrol porque no tienes que fichar. Es importante ponerse un horario y mantener una rutina. No es fácil que la gente que convive contigo entienda que aunque estás en casa estás trabajando y no deben interrumpirte cada dos por tres. Es más solitario, pierdes la convivencia». 

«Ahora soy un nómada digital»

Daniel Fernández, de 40 años, vive en Vigo y trabaja de desarrollador de software en la empresa holandesa Keezel, experta en seguridad on line. El puesto de Fernández es el de DevOps, desarrollador de aplicaciones. También participa en la seguridad informática y de la infraestructura, de que funcionen correctamente los servidores.

Se considera un nómada digital: «Actualmente, soy un nómada digital porque parte de mi trabajo lo paso en Vigo y parte en Ámsterdam».

Anteriormente, hizo soluciones de firma de documentos de electrónica en blockchain. De media, una semana al mes tiene que viajar a la sede en el sur de Ámsterdam, cerca del estadio Olímpico, por motivos laborales. En su tiempo libre, aprovecha para pasear por el campo bajo el frío. «Estoy entre Vigo y Ámsterdam aunque en un futuro cercano probablemente acabe allí mas tiempo que aquí, los horarios allá suelen ser los normales en muchos sitios de 9.30 a 13.00 y de 14.00 a 18.00 con una hora para comer en la oficina por el medio», explica.

Si está en Vigo, habla en remoto con su equipo. «Si hay algo urgente se realizan videoconferencias sino nos comunicamos por un chat interno de la compañía», indica.

Ve grandes ventajas en el teletrabajo: «El no estar atado a un horario fijo es algo bueno ya que te permite aprovechar horas en la que eres más productivo y descansar en las que lo eres menos». Pero hay un inconveniente: «Tienes que tener más autocontrol».

Respecto a su salario, prefiere guardarse la cifra pero da algunas pistas: «No voy a decir cuando pero si que bastante más, como unas tres o cuatro veces más».

En su ambiente ve continuas contrataciones de teletrabajadores por toda Europa: «No sé si hay un auge pero al menos conozco en mi entorno tres personas más que trabajan así, otro amigo de Bélgica me comentó recientemente que está trabajando de esta manera».

Lanza un mensaje a otros vigueses: «Hay que perder el miedo a irse fuera, todos tememos lo que nunca experimentamos y a salir de nuestra zona de confort pero una vez fuera el temor se disipa. Lo peor en esta vida es arrepentirse de lo que no has llegado a realizar».