La bóveda del Panteón de Agripa se mantiene en pie en el centro de Roma casi dos mil años después de ser levantada por orden de Adriano. Mientras tanto, el fútbol romano ultima la construcción de un nuevo estadio que sustituya al Olímpico inaugurado en 1960. Pero, en la misma ciudad, está el Coliseo, que lleva 1.961 años en pie. También son incontables los edificios que se han ido abajo en Segovia mientras su acueducto romano sigue luciendo sólido. Así que la calidad de la arquitectura no tiene que ver con el paso del tiempo, sino con sus autores. Un ingeniero romano te levantaba un teatro en Mérida y, dos milenios después, estaba mejor conservado que el de Castrelos. Y, si te hacían una finca en Toralla, tras las excavaciones y con cuatro obras, casi estaba para entrar a vivir.
Tal cual ocurre con las obras del antiguo hospital Xeral, donde la Xunta habrá de gastarse 10 millones de euros extra para demoler los laterales de la torre, que por su parte está perfecta desde que fue inaugurada en 1955. Pero los añadidos datan de los años 70 y 80, donde se ve que, en pleno bum constructivo, habría otros materiales y otras prioridades. El resultado es que urge el derribo de una estructura con veinte años menos que el pirulí.
Hace mucho que entramos en la filosofía del usar y tirar. Mientras lo viejo perdura, lo nuevo hay que arreglarlo sin remedio al poco tiempo o derribarlo más tarde.
Por tanto es una pena no haberle encargado la Cidade da Xustiza a los romanos. Habría aparecido por sorpresa en una excavación arqueológica, reluciente y casi lista acoger juicios.