El caso del avistamiento de un piloto de Iberia nos recuerda una época marcada por Mingela y que Defensa llegó a investigar
22 abr 2019 . Actualizado a las 16:17 h.Un ovni frente a Vigo «del tamaño de la isla de Gran Canaria». Así recogía el programa Cuarto Milenio el testimonio de un piloto de Iberia que en 1997 declaró haber avistado a 92 kilómetros de las islas Cíes un objeto volante «de tamaño descomunal».
La noticia no pasó de chascarrillo, pero sí hubo una época en la que la gente veía ovnis. El punto culminante de esta moda comenzó en 1947, con el llamado caso Roswell y el presunto accidente en Nuevo México de una nave extraterrestre con un alienígena a bordo. El fenómeno duró cinco décadas y declinó a la finales del siglo XX, con el fin de la Guerra Fría (y sus paranoias) junto a la aparición de las cámaras de los teléfonos móviles, que complicaban justificar cualquier visión alucinógena, iniciándose un dramático declive de fantasmas, ovnis y apariciones de carácter religioso.
Pero hubo quien todo esto se lo tomó muy en serio. Y no solo los autoproclamados ufólogos, que ganaban dinero vendiendo libros que irremediablemente, al cabo de los años, terminaban en las tiendas de baratillo o en el rastro. También, científicos del prestigio de Carl Sagan estudiaron a destajo muchos casos UFO, que también fueron tratados por filósofos de la categoría de Carl Gustav Jung, que analizó el mito y la psicología que acompañaban a los avistamientos.
Además, el Ministerio de Defensa de España dio carácter oficial a algunos fenómenos ovni. Al igual que otros gobiernos del mundo, sospechaban que aquello, de tan repetido, podría constituir una amenaza. En 2016, el ministerio desclasificó las 1.900 páginas de sus 'expedientes X'.
El ovni de Minguela en Viladesuso
Galicia, por supuesto, tampoco fue ajena al fenómeno. En Vigo, el más mediático de estos casos investigados por el Ministerio de Defensa fue el llamado ovni de Minguela, un conocido peluquero vigués que presumía de haberle cortado la cabellera al rey Juan Carlos cuando era príncipe y vivía en Marín. Un día de 1970, Miguela llamó a los medios de comunicación para contar que un inmenso plato volador «lleno de luces» había aterrizado delante de su casa en Viladesuso, en el concello de Oia.
Los periódicos recogieron el testimonio del peluquero: «Cuando me incorporé, vi al lado de mi casa, sobre las rocas, algo como un Vitrasa de grande, que brillaba. Cogí la escopeta de caza que tenía, pero de inmediato la dejé. No sé, noté como que alguien me decía que no tuviera miedo. Me metí en la cama y dormí. Al día siguiente pensaba que había sido un sueño, pero mi perro había desaparecido y en las rocas había quedado una marca de que algo se posó encima. No era un sueño».
Meses antes, el chapapote del petrolero Polycommander anegaba esa misma costa. Mingela sostenía que las turbinas del plato volador habían hecho evaporar el fuel en las rocas donde se posó.
A la crónica, se sumaba otro dato sobrecogedor: «Una anciana que vivía por la zona recuerda que despertó en medio de la noche y sintió un raro calor interior». No sabemos qué comentaría hoy Iker Jiménez ante semejante frase.
Llama también la atención que los ovnis en Vigo se midan en vitrasas. Y que el autobús urbano fuese la medida del objeto volante que vio Minguela, «como un Vitrasa de grande».
El peluquero se hizo tan famoso que lo llevó a su programa en TVE José María Íñigo e incluso fue invitado a un viaje a los Estados Unidos para hablar de su ovni con los grandes expertos en ufología. En el fondo del asunto, subyacía un cierto intento de ganarse a la audiencia riéndose de un señor, todo un clásico de la televisión de ayer, de hoy y de siempre.
Además del caso Mingela, el Ministerio de Defensa también desclasificó el llamado ovni de Becerreá, un avistamiento «en el kilómetro 476 de la carretera Madrid-Ferrol», por un conductor a las 20.00 horas del 2 de abril de 1969. El hombre envió una carta al Ejército del Aire en Madrid declarando que había visto un objeto «redondo, de un diámetro más o menos de dos metros con una punta finalizada en forma de obús y la otra plana», que «estaba en su totalidad iluminado por una luz fantástica; parecía que su exterior era de partículas, como si fuera gresite en múltiples colores».
También se investigó un avistamiento en Ferrol en 1966, donde dos pescadores «observan en el cielo un objeto voluminoso de luz opaca que varía de forma cada cinco minutos aproximadamente».
Abducidos gallegos
Pero la palma se la llevan los abducidos en A Coruña. En el libro Secuestrados por los ovnis, del periodista gallego Manuel Carballal, ya aparecen dos hermanos de Monte Alto, en A Coruña: Olga Lombao Iglesias y su hermano Manuel, que relatan cómo en 1969 entraron en un plato volador lleno de luces, en el que había «tres seres totalmente vestidos de blanco, manipulando una especie de paneles de mandos» en lo que parecía ser «un mapa estelar». Los alienígenas explicaron que venían de la estrella Aldebarán, a 65 años luz de la Tierra.
Más tarde, el escritor Jesús María Reiriz, en su libro Galicia oculta y negra (Editorial Arenas, 2010), relata como un concejal coruñés de la primera corporación democrática, y que responde a las siglas de A.M. P., fue contactado por alienígenas en varias ocasiones, hasta el punto de conocer a uno de ellos por su nombre (Antar) y de considerarlos ya como sus «hermanos cósmicos».
Así que el ovni «como la isla de Gran Canaria» no es, ni mucho menos, un caso único. Y tampoco lo fue el del peluquero Minguela. Porque hubo una época en la que veíamos platos voladores. Un tiempo que ya pasó a la historia, sin que nos produzca especial nostalgia… al fin y al cabo, ¿cuánto tiempo hace que nadie avista a la Santa Compaña?