32 excusas para cortar un árbol

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

M.MORALEJO

La constante pérdida de masa forestal en la ciudad duplica los indicadores de la OMS sobre contaminación atmosférica

30 nov 2021 . Actualizado a las 00:55 h.

Esta semana sumamos una nueva tala de arbolado urbano, por eso hoy queremos invitarles a darle una vuelta al concepto de los árboles de Navidad. Hace un par de años hicimos una recopilación de las diversas explicaciones municipales para justificar la tala de árboles en la ciudad. Tirando de hemeroteca y memoria nos salían 32 motivaciones diferentes que cubrían un amplio abanico entre la enfermedad y su carácter diabólico con todo lo que puedan imaginar por medio incluyendo la ley de gravitación universal.

Tiempo antes intentamos verificar, utilizando exclusivamente como referencia los datos que figuran en las notas publicadas en la web oficial de prensa del Concello, el número de árboles plantados en el casco urbano. Fue una tarea imposible pues, haciendo referencia al mismo período de tiempo, la información oficial mencionaba cifras que nunca coincidían, a veces con diferencias de miles de ejemplares.

Pero misión verdaderamente imposible es saber cuántos árboles se talan en Vigo. Esa información nunca aparece en la estadística oficial. Tampoco aparece en la información oficial cuántos de los árboles plantados se añaden al arbolado o solamente sustituyen a los talados previamente. Otra duda razonable es conocer cuántos árboles recién plantados mueren (por plantarlos sobre cemento, en tierra compactada y sin alcorques) y son sustituidos, y si se suman a la cifra global.

De esta forma podríamos encontrarnos con que una calle en la que existían diez árboles, que se talan y se plantan en su lugar diez árboles nuevos, que se secan y se vuelven a plantar otra vez, figurase a efectos de la creativa estadística municipal como treinta árboles más en la ciudad.

En las ordenanzas municipales de medio ambiente de Vigo (texto que con todo merecimiento podría optar a los premios Hugo y Nébula de literatura de ciencia ficción), se determina que ante cualquier obra pública el arbolado urbano debe ser respetado como prioridad, y solamente en casos excepcionales de fuerza mayor muy justificados, debe ser trasladado en condiciones que garanticen su supervivencia.

En estas ordenanzas la tala es la última opción aplicable solamente en casos extremos. La realidad nos muestra que en general, salvo muy contadas excepciones en las que el arbolado se respeta o se traslada, podemos afirmar que como norma general ningún árbol existente sobrevive a una obra pública en la ciudad.

Rara es la semana en la que no conocemos una nueva tala. Esta pérdida neta de masa forestal urbana, además de servir como otro ejemplo a añadir al negacionismo de la emergencia climática, resulta especialmente grave en una ciudad que duplica muchos de los indicadores de la OMS sobre contaminación atmosférica, la ciudad gallega con el récord de aumento global de las temperaturas y, quizás lo más paradójico, la ciudad que tiene un árbol junto al castillo como símbolo oficial (escudo que quizás deberíamos actualizar tras cortar buena parte de los árboles que «no dejaban ver los muros del castillo»).

Nuestro emblemático olivo sobrevive, pero no cantemos victoria porque se está «humanizando» su entorno cercano con un túnel para incrementar el tráfico bajo la alfombra. Por eso hoy solo queremos invitarles, tras este prólogo seguramente muy largo, a que convirtamos en un símbolo el árbol de Navidad, pero no en forma de enorme estructura de aluminio llena de luces, ni de abeto de plástico en el salón de casa, sino como seres vivos que renuevan la vida.

Ya no es suficiente defender todos nuestros árboles urbanos e intentar evitar que los talen injustificadamente, necesitamos más. Si la Navidad independientemente de las creencias de cada cual es el símbolo de la renovación y la continuidad de la vida, seamos coherentes. Que nuestro árbol de Navidad sea defender al que tenemos delante de casa y celebremos las fiestas plantando más, muchos más árboles, autóctonos siempre, para que la vida siga siendo vida. Porque si perdemos los árboles lo perdemos todo.