El mensaje de apoyo a 540 trabajadoras a domicilio en Vigo: «Su trabajo es vital, merecen mucho más»

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Usuarios del servicio como la familia de Amalia, de 84 años, se solidarizan con las huelguistas

24 nov 2022 . Actualizado a las 23:16 h.

Amalia tiene 84 años y hace tres que perdió toda la movilidad. Un día llegó muy fatigada tras subir los cinco pisos del edificio sin ascensor en el que vive en la Gran Vía. Le dijo a su hija que se sentía rara y, desde entonces, su salud comenzó a empeorar. Ahora, con una demencia muy avanzada, necesita ayuda para todo. El Servicio Municipal de Ayuda a Domicilio se ha convertido en un salvavidas para sus familiares. Por sí solos, no pueden darle todos los cuidados que se merece.

Dos técnicos sociosanitarias acuden a diario para asearla, moverla, darle la comida y plantearle ejercicios para estimular su mente. Con el trato diario, les ha cogido mucho cariño. El suegro de Amalia, José Luis Canabal, reconoce el enorme esfuerzo que realizan estas trabajadoras y cree que «merecen mucho más». Reconociendo el esfuerzo que realizan a diario, tanto él como muchas otras familias, se solidarizan con ellas en este momento en el que se mantienen en huelga indefinida en toda Galicia luchando por unas mejores condiciones laborales.

«Me parece una vergüenza que les planteen una subida salarial de un 1 %. Ya que el coste de la vida se ha incrementado más de un 8 %, por lo menos les tendrían que pagar un 5 % más», afirma. En Vigo hay 540 empleadas en la atención a personas dependientes en el hogar. Atienden a más de 1.500 domicilios de la ciudad y muchas veces en unas condiciones muy difíciles. El Concello adjudicó el servicio a la empresa Servisar. Más de la mitad están contratadas a tiempo parcial y sus salarios no llegan a los 800 euros. Trabajando seis horas al día de lunes a viernes perciben un sueldo de 700 euros. Si por ejemplo el beneficiario del servicio se pone enfermo y debe ser hospitalizado, a la trabajadora le queda esa hora a deber a la empresa. Muchas veces no tienen tiempo para desplazarse de un domicilio a otro. Por ejemplo, a una trabajadora que sale de un servicio a las 13.45 en la zona de los volcanes de Coia, le obligan a estar a las 13.50 para asistir a otra persona cerca de la Praza de América. En muchos domicilios no tienen ni grúas ni camas articuladas, por lo que las trabajadoras tienen que levantar a los usuarios que, en ocasiones, doblan su propio peso.

Hay familias que además abusan del servicio y les obligan a realizar trabajos que nada tienen que ver con la atención a las personas dependientes. «Hay domicilios en los que toda la atención es para la usuaria, pero en otros te pasas limpiando toda la hora, te piden cambiar un enchufe o hacer una limpieza en una terraza comunitaria. Somos un vale para todo», lamenta una trabajadora.

«Nos dan por todos los lados, pagan una miseria, no respetan nuestro trabajo. La Ley de Dependencia ha ido desmejorándose con el paso del tiempo» señala otra técnico.

«A veces hacemos la comida para cinco, encuentras el fregadero lleno de loza. Es una dinámica que al final te va desgastando. Muchas compañeras están de baja porque la presión psicológica es bárbara», afirma una trabajadora. 

Los encubiertos

Otra de las dificultades que se encuentran son los que denominan «encubiertos». «Son gente con otro tipo de patologías para los que, tristemente, la ayuda a domicilio les sirve para descargar su rabia verbal y, alguna vez, la violencia física. Nada de esto está recogido en los convenios colectivos que estamos intentando firmar. La violencia física te la tienes que aguantar por cinco pavos», lamenta una de las trabajadoras.

Con tanta carga de trabajo que consideran que no está lo suficientemente reconocida, no dudan en autodenominarse como unas auténticas superwoman. «Es un trabajo integral, hacemos de todo pero siendo invisibles. Entre las trabajadoras no nos conocemos ni podemos unirnos», señala una trabajadora de Vigo. Considera que esa puede ser una de las razones por las que la huelga no esté teniendo un respaldo mayoritario en la ciudad. Muchas trabajadoras son inmigrantes, familias monoparentales y no tienen otros ingresos para sobrevivir. Se han descolgado de la huelga porque, si la secundaran, no percibirían ningún salario a fin de mes y no se lo pueden permitir.

Las trabajadoras denuncian la falta de diálogo de la federación de empresarios del sector. «Saben lo que está pasando y se escudan en pérdidas. Cada vez nos quitan más beneficios. En el convenio colectivo que está vencido, la única ventaja que teníamos era la actualización del salario conforme al IPC. La única cláusula que han peleado es quitarnos el IPC, a pesar de que hay sentencias de la Audiencia Nacional que deberían tomarlas como el padre nuestro y el ave maría». Temen que UGT y Comisiones firmen un acuerdo con la patronal que no comparten.