La tristeza de dejar sin comida a 650 personas: «Es inviable pagar 750 euros de luz al mes»

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

VIGO

Óscar Vázquez

La oenegé viguesa Vida Digna no tiene dinero para comprar un calentador o una freidora, arreglar las persianas, renovar vajilla o comprar tápers

11 dic 2022 . Actualizado a las 21:08 h.

El incremento de los costes ha podido con el comedor social de Vida Digna. El responsable de la ONG, Ricardo Misa, se ve obligado a echar el cierre porque las cuentas no cuadran. La apertura durante los fines de semana del establecimiento por el que pagan una renta en la calle Purificación Saavedra en Teis genera pérdidas. «No podemos desvestir a un santo para vestir a otro», lamenta Ricardo. «Si logramos autofinanciarlo, seguiremos adelante, pero si no, será complicado y estamos hablando de 650 menús a la semana. Detrás hay personas y a nosotros nos duele por ellos», afirma.

El comedor social lleva seis años recibiendo la misma aportación del Concello, en torno a 43.000 euros. Se trata de una cifra que, según afirma el presidente de Vida Digna, se ha quedado «totalmente desfasada». Por ejemplo, el precio de la energía eléctrica y el gasto se han disparado durante los últimos meses. «Estamos pagando por estar abriendo los fines de semana 750 euros al mes de luz, lo cual es inviable, más el alquiler, el consumo del gas y el coste de los alimentos que tenemos que comprar», lamenta. El precio de los envases de comida también se ha triplicado. No obstante, agradece todo el apoyo recibido hasta ahora.

Su objetivo es poder volver a abrir con una atención presencial, pero para ello necesitarían dinero para arreglar persianas que están rotas, adquirir un calentador nuevo, una freidora eléctrica porque la actual está averiada, una nueva vajilla o la reparación de la instalación eléctrica, ya que se funden los plomos con frecuencia. Otra de sus necesidades es la contratación de una persona a tiempo parcial con experiencia que atienda la cocina.

El comedor social fue posible gracias al apoyo inicial que prestó la antigua Caixanova, entidad que comenzó sufragando el alquiler. Ofrecía la única comida caliente que entonces podían disponer los beneficiarios de los comedores sociales durante los fines de semana. Pero, más importante es que notaran un calor humano al cruzar la puerta del establecimiento que, en sus orígenes, se encontraba en la calle Brasil. La intención era que los beneficiarios se sintiesen como en un restaurante de verdad, recibiendo el mismo tipo de atención. Esa fue la dinámica con la que funcionó hasta que llegó la pandemia. Durante los últimos años, en los que se ha ido incrementando el número de usuarios, el servicio no era presencial. «Servíamos táperes con el menú y también aprovechábamos para poner fruta, fiambre, latas, leche o galletas para que, de paso, se llevasen con el menú algo más que les sirviese para la cena o la merienda», afirma Ricardo Misa.

El cierre del comedor social no supone la interrupción del resto de los servicios de Vida Digna en favor de las personas más desfavorecidas. Desde su sede de la calle Brasil llevan a cabo el reparto de alimentos, mantienen un ropero social y también entregan enseres en los hogares, como pequeños muebles o electrodomésticos o productos de higiene. Otro de las formas con las que ayudan a muchas personas es mediante su gabinete de orientación. Atienden a ciudadanos que se han quedado sin ingresos y que no saben a donde dirigirse. Por otra parte, durante estas fechas también se duplica su trabajo con la recogida de juguetes. Ricardo Misa afirma que muchos institutos, colegios, empresas y otras instituciones de la ciudad están sirviendo de puntos de recogida. Este año esperan recuperar la normalidad con la visita de los Reyes Magos al auditorio. «Para estas actividades que realizamos en la calle Brasil, tenemos presupuesto».