Tras la muerte del último lobo y en contra del consejo de los expertos, el responsable del zoo decidió que en ese espacio iban a convivir wallabis de Bennet, unos marsupiales parecidos a los canguros, con emús, unas aves grandes no voladoras. El resultado fue que las aves empezaron a atacar a los marsupiales para defender su territorio. Empezaron a estresarlos y a acorralarlos y fallecieron seis. Solo se salvó un miembro de esta especie.
Otro ejemplar que ha fallecido por estrés en Vigozoo recientemente ha sido un águila calzada. En este caso, el problema fue cambiar al ave de lugar mientras se lleva a cabo la reforma de la instalación de aves rapaces diurnas. El águila no pudo adaptarse a su espacio provisional, el mismo lugar donde estaban las gallinas de Mos. Los buitres leonados también están sufriendo una situación de estrés mientras esperan en la zona de cuarentena a que terminen las obras de su futuro hogar. Otros animales no reciben los cuidados apropiados mientras se llevan a cabo otras tareas de embellecimiento de jardinería o albañilería, pero no otras que redunden en el bienestar directo de los animales. Por ejemplo, para los burros, no hay orden de cepillar para eliminarles los parásitos. También han desaparecido crías de aves y huevos, señalan fuentes municipales. En el pasillo central del zoo queda una solitaria leona, el último oso, la pantera y los linces. Están clasificados como «excedentes», en espera de ser trasladados pero, criados en cautividad, no se pueden reinsertar en su medio natural o con otras manadas. Muchos de los animales que se han ido a colecciones privadas han muerto por estrés.