Vestigios que explican cómo fuimos

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

Numerosos elementos patrimoniales recogen usos y tradiciones forjadas a lo largo de los siglos

20 mar 2023 . Actualizado a las 23:32 h.

Las costumbres y las tradiciones forjadas a lo largo de los siglos conforman la manera de entender la vida de las sociedades donde nacieron y se desarrollaron. En muchas ocasiones, esa herencia es material y ayuda a recordar a los descendientes cómo vivieron sus antecesores. Así pues, un paseo por la etnología material es un excelente ejercicio de comprensión de aquellos sistemas de valores que posiblemente ya hayan desaparecido.

Hay numerosos ejemplos en Vigo y su área. Uno de ellos puede ser una carpintería de ribera como la que existe en Moaña. En realidad, hasta no hace mucho existían dos, pero una, la de Casqueiro, fue arrasada por un incendio, dicen que intencionado. Aún así, esta y la de Carlagho fueron incluidas en el 2019 en el catálogo de patrimonio cultural de Galicia. Esto talleres nos remiten a un tiempo en el que el mar era la principal fuente de subsistencia para una gran parte de la población de la ría. Además, en la de Carlagho tiene su sede actualmente la Asociación Sueste, que centra su actividad en la defensa del patrimonio marítimo.

Sin salir de Moaña, pero en la parroquia de Meira, concretamente en San Bartomeu, está al aire libre el Museo das Carreiras, donde se exponen antiguas máquinas y enseres que servían desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX para fabricar hilos y cuerdas destinadas a las labores relacionadas con la navegación.

Pero no solo de mar viven los habitantes del sur de la provincia de Pontevedra. El municipio de Covelo es un buen ejemplo del aprovechamiento del entorno de montaña y de la adaptación a ese medio, así como de la puesta en valor de algunos de aquellos elementos que ayudaron a conformar sus modos de vida. El aserradero de Os Carranos, en la parroquia de Maceira, fue levantado en 1922 para fabricar madera de construcción. El edificio fue originalmente construido sobre roca. En realidad es un conjunto de cuatro edificios, todos destinados a la misma industria. El elemento más espectacular del grupo es la gran noria de madera que, con la acción del agua, hacía funcionar la maquinaria. El aserradero es visitable aunque hay que concertar una cita previa.

En este mismo municipio, pero ya en la montaña del Suído se puede ver otro singular vestigio del pasado. Se trata de un conjunto etnográfico en torno a una trampa para lobos, que en esta zona, en la divisoria del Tea y Oitavén, conocen como Forca do lobo. Asociado a esta construcción pétrea están los chozos, construcciones de piedra en las que se protegían los pastores durante el tiempo que les tocaba impedir que los lobos atacasen sus ganados. El Concello de Covelo ha creado una ruta por esta zona.

Cerca de allí, en la parte más alta de Fornelos de Montes también se pueden ver esos mismos chozos, que son propiedad de la Comunidad de Montes de A Laxe. Aunque no está clara su antigüedad, algunos apuntan a que podría ser de época medieval.

La montaña gallega cuenta con numerosas manadas de caballos que, una vez al año, son reunidas por sus propietarios para realizar tareas de saneamiento y de corte de pelo. Son las rapas das bestas o curros, que en el área viguesa se concentran en la Serra da Groba. De los doce que existen en toda Galicia, cinco se desarrollan, a partir de mayo, en tres lugares de Oia y dos de Gondomar.

La ruta nos ha llevado del mar a la montaña, pero también podría conducirnos al río. El Miño preside un espacio de encuentro y de riqueza natural. Su explotación, como fuente de alimentación, llevó a la construcción de los pescos o también llamadas pesqueiras. Estos elementos arquitectónicos, de gran antigüedad, siguen empleándose para la pesca de la lamprea. Durante la Edad Media, las pesqueiras de Arbo y Crecente eran propiedad del convento de Melón, que alquilaba su uso. En Sela, Arbo, se puede seguir una la Ruta das Pesqueiras, que cuenta con indicaciones para conocer mejor esta antigua técnica de pesca.

Ya en la desembocadura, los marineros fueron conformando, a lo largo de los siglos, un código secreto, a través de unas marcas. Los marineros de A Guarda y los de su localidad vecina de Póvoa de Varzim, en la ribera lusa, son los únicos de toda Europa que mantienen vivo un código de identificación propio y ancestral con el que los pescadores marcaban sus utensilios de trabajo. Antes de la pandemia, el Museo do Mar de Vigo acogió una exposición sobre estas marcas, que también están recogidas en un libro de Antón Ferreira.

Muy cerca de allí, en O Rosal, y en la propia parroquia guardesa de Salcidos, durante siglos existió una profesión que consistía en la construcción de tejas y ladrillos. Eran los cabaqueiros, profesionales que recorrían toda España y que poseían una jerga propia que les garantizaba que su saber gremial no sería copiado por extraños.

Sin duda alguna, es el marco el elemento más frecuente en la vida gallega. El sentido de la propiedad de la tierra y el minifundismo existentes en Galicia llevaron a la necesidad de crear objetos que marcasen los límites. Son tan variados e imaginativos como habitantes hay en Galicia, pero llama poderosamente la atención el marco administrativo que se puede ver en Vigo ante la iglesia de San Xosé Obreiro. Señaliza los límites de las parroquias de Sárdoma y Freixeiro. Aunque el más internacional está entre Padrenda y Cevide, que separa España de Portugal. Es el marco portugués más septentrional. El rastro de usos y costumbre tradicionales va más allá de estos ejemplos en todos los municipios.