La artesana que convierte en joyas residuos del naval

Monica Torres
mónica torres VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

«Cada pieza es única, lleva una parte de mí y mucha historia», dice Ana Freiría

29 ago 2023 . Actualizado a las 01:57 h.

La joyería ética, responsable, sostenible o eco friendly es tendencia. Hasta Prada ha sacado ya su primera colección de alta joyería realizada con oro reciclado y cada vez son más las celebridades y firmas que apuestan por el lujo responsable intentando minimizar la huella ecológica en la industria de la moda, la segunda más contaminante del mundo. Dentro de este movimiento destaca el trabajo de Ana Freiría, una joyera de Vigo que hace esta magia con materiales rescatados del naval. La joven emprendedora ya está cosechando éxitos en pasarelas tan reconocidas como las de ArtEncaixe de Camariñas o la del Amáre Beach de Marbella, donde coronó a varios de los modelos que lucieron creaciones de Esteban Freiría, que es su tío, con exclusivas piezas de latón y cobre reciclados.

 Convierte desechos del sector naval en joyas únicas de diseño propio, que elabora artesanalmente en su taller de Candeán haciendo que vuelvan a brillar. «El cobre reciclado que utilizo para todas las piezas con óxidos procede de residuos del sector naval vigués. Los restos de plata, tanto los cachos sobrantes, como el polvo, los vuelvo a fundir para reutilizar y así hacer chapa de plata con la que trabajar, es un círculo y se aprovecha todo», explica esta artista que saca de los residuos del naval piezas con cultura y significado. Su nombre ya cotiza en el sector porque, para muchos expertos, las joyas recicladas son el futuro, con el valor añadido de que tienen una historia que contar y hay grandes marcas que han anunciado que limitarán sus colecciones a estos metales. «Las personas apuestan cada vez más por joyas personales, a medida y respetuosas con el medio ambiente», afirma.

Ana Freiría lleva el océano Atlántico, la música y el monte gallego a sus creaciones. Crea sus piezas desde cero y, para ello, emplea cobre que sale de plantas de reciclaje del naval. «Compro unos 15 kilos de cobre en la chatarrería cada año y otros 2 de latón. Selecciono las planchas en función del grosor porque, como la mayoría es para pendientes han de ser finitas y en técnicas como el fold forming, que es una forja en miniatura, no pueden superar el milímetros», explica.

Destaca el trabajo manual que garantiza la exclusividad de cada pieza. «Todo lo hago de forma artesana, sin moldes ni máquinas de cortado láser. Corto con segueta y utilizo la técnica fold forming de plegado, donde el trabajo consiste en dar calor con el soplete y martillar, por eso cada pieza es única», dice. De esas planchas de cobre y de muchas horas de minucioso trabajo artesanal, salen los pendientes y collares de varias de sus colecciones, como la línea Carballo. «Los de color turquesa están hechos en cobre oxidado con sulfato de cobre y los granates tienen el oxidado con bórax. Ambos modelos tienen un barniz especial para que perduren en el tiempo y cierre de plata», apunta esta mujer que decidió hacer de su pasión su profesión hace ocho años. Las colecciones Órbitas y Algas están hechas con cobre y latón recuperados de plantas de reciclaje del sector naval «dándoles una segunda vida llena de belleza». Los pendientes se caracterizan por su movimiento ya que los círculos y triángulos orbitan sobre las piezas centrales de cobre oxidado a través de un juego de anillas. «Tiendo mucho al cobre oxidado porque me gustan las diferentes pátinas que formulo dándole color y vida a piezas únicas», comenta Ana Freiría.

También trabaja la plata, que se combina a veces con el cobre o el latón. Cuenta con la colección flores y una de las más n sorprendentes, que es Frerreiriñas, «que tiene voz de mujer y grita por la necesidad de recuperar nuestros orígenes». Está hecha de manera artesanal, trabajando cada ferreña a mano con la peculiaridad de que suenan, como las de la pandereta. «Es uno de mis diseños más conocidos y, posiblemente mi sello, con las hojas de carballo», afirma.

M.MORALEJO

«Desde pequeña me apasiona trabajar con las manos. Puede que haya sido gracias a mi abuelo Manolo, que me enseñó el oficio de la carpintería porque lo acompañaba en su taller y con él comencé a lijar, barnizar y a dar valor a los oficios artesanos», desvela. Aunque nunca abandonó la artesanía, enfocó sus estudios hacia la Educación Social y llegó a compaginar hasta tres empleos, «pero mi mente hizo click y me di cuenta de que tenía que volver a las artes». Con 25 años inició su formación en la Escuela Municipal de Artes y Oficios de Vigo y, aunque tuvo que compaginar siempre varios trabajos, «desde el 2021 ya puedo vivir únicamente de mi labor como joyera artesana y soy feliz». Su abuelo Manolo, que entonces tenía ya 85 años, le construyó su mesa de joyera «y no concibo un día sin sentarme en ella». «Siento un gran amor hacia la naturaleza y la cultura que nos rodea Todo me lo imagino en joyas, en piezas que transmitan ese amor y respeto hacia la naturaleza y lo nuestro», afirma.