«Mis superhéroes son los guardias civiles: me salvaron del bullying y del maltrato»

Monica Torres
mónica torres NIGRÁN / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

Una mujer de Nigrán luce tatuajes en honor «a quienes me sacaron del pozo»

01 sep 2023 . Actualizado a las 04:27 h.

Cada vez es mayor el número de personas tatuadas y menor el estigma de la sociedad, pero la libertad de expresión aún se limita en función de los símbolos o dibujos que se luzcan. Josy, una vecina de Nigrán de 34 años, es una de esas personas que ha visto cómo se la juzga por la tinta de su piel sin tener en cuenta que tras sus tattoos hay experiencias que le han marcado más que la aguja. La suya es una historia de resiliencia y superación que cuenta «por si sirve para ayudar a alguien que esté sufriendo bullying o cualquier otro tipo de maltrato físico o psicológico». La sonrisa que mantiene bajo las lágrimas que brotan durante su relato delatan que las cicatrices internas son las heridas más dolorosas.

Oscar Vázquez

«Si llevara dibujos de Supermán nadie me miraría mal, pero a mí me han llamado facha o dejado de hablar porque los míos son de la Guardia Civil, y luego dicen que hay libertad de expresión...», lamenta esta superwoman que con catorce años y 1,43 metros de estatura consiguió zafarse de los insultos, amenazas y golpes de su entorno pegándose a los «gigantes del instituto, que eran los mayores de FP de Electromecánica». «Los superhéroes para mí son los guardias civiles porque ellos me rescataron de un infierno de maltrato y bullying. Así que, aunque ahora tenga que aguantar críticas, lo peor ya pasó», advierte esta valiente mujer. Tras ser capaz de salir del pozo que puso en riesgo su vida hasta en dos ocasiones, aún se encuentra a diario con personas de doble moral y escasa tolerancia que la critican porque no saben ver más allá de lo que miran.

Oscar Vázquez

Que la llamen friki, rarita o facha molesta, reconoce, pero infinitamente menos que cuando de joven tenía que esconderse o escaparse para que no le pegaran y le quitaban los libros. Ahora sabe que la grandeza se construye a medida que se superan obstáculos y que tiene más que ver con la altura que con el tamaño o la estatura. Aún a riesgo de seguir estando bajo el ojo público y pese al aluvión de críticas o comentarios negativos a los que sabe que se expone, especialmente de los que se escudan en la impunidad de las redes sociales, Yosi quiere gritarle al mundo «que la Guardia Civil no es mala». Y sí, por supuesto, que la ilusión de su vida hubiera sido formar parte del cuerpo. «Todos me decían que con 1,43 de estatura no podía presentarme. Primero tuve que entenderlo y luego que aceptarlo, pero siempre voy a defender que ha de eliminarse ese requisito de la talla, aunque para mí ya llegue tarde», dice.

«Yo ansiaba ser guardia civil porque quería que, en algún momento, alguien me pudiera ver como yo a ellos», dice.

Se refiere a los dos guardias que la encontraron la noche en la que se escondió en un alpendre porque quería desaparecer del mundo, cuando tan solo tenía unos catorce años.

Lo que más temía aquel día «eran las represalias y las burlas, pero entonces llegaron dos hombres buenos».

«Fueron las primeras personas en el mundo que me explicaron que la culpa de que alguien me pegara o de que se rieran de mi estatura no era mía. Así que ahora me importa poco quién me deje de hablar por unos tatuajes, así también sé de quién me debo alejar», afirma.

Defiende que «los tattoos no definen a nadie, aunque en mi caso, en parte sí», desterrando etiquetas infundadas como las del popular meme con la frase: «Los tatuajes no nos hacen delincuentes, así como las corbatas no nos hacen decentes».

Josy llegó hasta el Valedor do Pobo para intentar que cambiaran el requisito de la estatura mínima para ingresar en la Guardia Civil, pero también a la vía judicial. En esta última consiguió que le autorizaran su cambio de nombre tras argumentar el valor de la identidad con la que realmente se identificaba y quería iniciar su nueva vida, «porque Josy era cómo me llamaban los guardias del cuartel al que intentaba ir siempre que podía o tenía miedo, después de aquella noche que me escapé, aunque nunca hubiera llegado a contarles el porqué de mi infierno».

Veinte años después, Josy tiene once tatuajes. Todos hechos a partir del 2015. El primero, dedicado a Vanesa, que fue su mejor amiga. Otra mujer de altura, que la acogió en su casa en cuanto supo que llevaba una semana viviendo en una estación de autobús. Camionera de profesión, Vanesa falleció en un accidente de tráfico en el 2011. Otros dos son de agradecimiento a los dueños del bar en el que trabaja «porque son como unos padres». En el 2020 se tatuó en las pantorrillas los escudos de la Guardia Civil (el anterior y el nuevo) y después, una silueta de un guardia del Grupo de Acción Rápida (GAR), con su lema: «Donde hay voluntad, hay fuerza». El año pasado se hizo el último, el día anterior al Pilar, con una fecha y un símbolo. El del año de creación de la Guardia Civil, el 1844, y el infinito.

«Hay que conseguir que cuantos tengan miedo denuncien. Hay salida»

A Josy no le faltan amigos y seguidores. Ni en la calles ni en las redes sociales, y muchos de ellos son miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad que ella tanto respeta. De hecho, muchos la siguen a través de sus cuentas y han ido a conocerla personalmente a Nigrán, agradeciendo su apoyo incondicional. El mensaje principal de Josy es la tolerancia, el respeto y la libertad. Clama contra cualquier tipo de violencia. «Hay que conseguir que cuantos tengan miedo porque sufren cualquier tipo de maltrato, denuncien, porque hay salida. Yo pude porque ellos me animaron, y me dieron la fuerza que me faltaba si no, no sé que habría sido de mi vida», asegura. «Doy la cara por cuantos sufran maltrato o bullying», insiste.