Una empresa retira ocho toneladas de escombros y apunta a la madera podrida como causa del desplome

Luis Carlos Llera Llorente
luis carlos llera VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Cada sillar de los muros del edifcio derrumbado en Beiramar pesa 150 kilos y uno caó desde seis metros y golpeó al bombero fallecido

29 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ocho toneladas de escombros entre piedras, vigas, tejas y argamasa han sido retiradas por los obreros de la empresa especializada en demoliciones Resigal, que acudieron ayer por la mañana al callejón del número 127 de Beiramar. Este lugar fue el escenario del hundimiento de parte de un edificio de piedra del país de dos plantas de unos cien metros cada una que al colapsar provocó el pasado sábado la muerte inmediata del bombero Sergio Sanlés, de 49 años al que, según el jefe de bomberos, le golpeó una piedra de grandes dimensiones.

Cada uno de los sillares desprendidos de la fachada pesa 150 kilos, según los obreros que estuvieron durante horas trasladando las piedras hasta un lateral del edificio caído. Allí se encuentra un estrecho pasillo que separa la casa siniestrada de otra vivienda humilde de dos plantas de altura donde vivía un señor mayor que fue desalojado y sigue fuera de la vivienda. Según los vecinos fue socorrido por una hija que se lo levó a su domicilio.

El encargado de la empresa Resigal, una compañía de Mos, experta en derribos y que trabaja en toda Galicia, acudió con otros tres obreros a sanear la zona. Emplearon una camioneta y una plataforma elevadora para comprobar el estado de la cornisa y de la parte superior de la fachada. «Revisamos toda la cornisa y no hay riesgo de nuevos desprendimientos», señaló Víctor Castiñeira, que dirigió la revisión del edificio siniestrado. «El departamento de Urbanismo nos ha dado el visto bueno», señaló Castiñeira.

Los obreros que inspeccionaron la zona han señalado que lo que cayó fue la cornisa y una hilera de piedras que sujetaban la cornisa, y gran parte del tejado. Han detectado que el problema ha sido que en las vigas de madera «la unión con la piedra estaba podrida», asegura Castiñeira. Algunas de estas junturas se renovaron hace unos años ya que el inmueble, que tiene seis metros de altura se iba a rehabilitar para volver a abrir el restaurante que alberga el bajo. Pero la reforma integral se paró porque al dueño le dio un ictus y la obra de rehabilitación no se hizo el ritmo esperado.

Ahora el edificio se va a derribar por completo pero no será por lo menos hasta dentro de un mes, cuando están las autorizaciones y los permisos necesarios.

Resigal ya ha empezado a estudiar el modo de llevar a cabo el derribo si el Concello decide hacerlo y adjudicárselo a esta misma empresa. Existen dos modos de llevar a cabo la demolición: por el lateral de la calle Ánimas, donde hay un portalón que permite el acceso al garaje y de frente, que es más complicado porque el pasadizo de acceso tiene un galibo que impone limitaciones a la hora de trabajar.

Una empresa que se halla junto al edificio siniestrada sigue cerrada porque la Policía Local mantenía cortado ayer por la tarde el acceso.