Vandalismo y agresiones en la zona de copas de Nigrán: «Me pegaron un puñetazo en mi casa»

Luis Carlos Llera Llorente
luis carlos llera NIGRÁN / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

Vecinos de A Ramallosa se quejan de la inseguridad que sufren los fines de semana y reclaman más vigilancia

09 ago 2024 . Actualizado a las 18:42 h.

«Me dio un puñetazo en la cara», relata la vecina Verónica Bach mostrando el pómulo derecho donde la golpearon. Fue en la entrada de su propia casa. Los excesos de la marcha nocturna con jóvenes muy bebidos en la zona de copas de A Ramallosa se están traduciendo en episodios violentos de agresión. El último lo protagonizó esta madre de tres niños de corta edad que ha presentado una denuncia a la Guardia Civil.

Este altercado no es algo nuevo en la parroquia nigranesa. Se han producido numerosas peleas y actos de vandalismo, como atestiguan los comerciantes del centro comercial, que han sufrido daños en sus establecimientos por parte de jóvenes descontrolados que regresan a sus casas al alba con demasiado alcohol en el cuerpo. Eso fue lo que le ocurrió el pasado sábado de madrugada. A las siete de la mañana, una joven se encontraba tirada en un banco a la puerta de una tienda de ortopedia del centro comercial. Verónica escuchó cómo un grupo de jóvenes discutían. Sus hijos, de 18 meses, tres años y cinco años estaban todavía durmiendo. «Mi hija se despertó y preguntó: ‘¿Qué pasa, mamá?’ Empecé a escuchar voces y una discusión sobre una chica que estaba tumbada en un banco con un coma etílico. Los amigos debatían sobre llamar o no a la ambulancia. Otra chica menor tenía miedo de las consecuencias si avisaban porque le iban a cargar las culpas en su casa. Era un grupo de unas quince personas de unos 17 años y otros mayores de edad, chicos y chicas».

Esto sucedía enfrente de su piso. Como ningún joven llamaba a la ambulancia y seguían discutiendo sobre la conveniencia de hacerlo, Verónica telefoneó al 061. Tardaron diez minutos y también acudió una patrulla de la Guardia Civil que mandó a los jóvenes que se marchasen tranquilamente a su casa y cesasen el jaleo. Pero una vez que la patrulla abandonó el lugar, no todos hicieron caso y un chico y una chica se quedaron y saltaron la valla de la urbanización donde se encuentra el domicilio de Blach. En la zona verde comunitaria hay columpios y pelotas con las que juegan los siete niños que viven en el inmueble en el Camiño da Cabreira. «En el patio había dos pelotas de mis hijos. Se llevaron esos balones que son las que usan todos los chavales del edificio para jugar», relata la denunciante. Ella y su marido, que es albañil y empieza a trabajar normalmente a la siete de la mañana y está acostumbrado a madrugar, asistieron atónitos a la visión de un joven que intentaba orinar en la puerta del edificio hacia dentro del portal. «Mi marido les llamó la atención». La pareja bajo al portal para que no siguiesen entrando en la finca. «Bajé en pijama y bata y el chico empezó a insultar a mi marido, llamándole ‘moro de mierda’», que es de origen uruguayo. Entonces la denunciante salió a la calle y le rogó al joven y a sus amigos: «Por favor, no hagáis ruido que hay gente que quiere dormir». Entonces, según el atestado de la Guardia Civil, empezaron a insultarla con palabras muy malsonantes y amenazaron con pegar a su marido. Entonces el chico le dijo a la denunciante: «Voy a saltar la valla para entrar en tu edificio y voy a pegarle al moro de mierda ese». 

«Pedimos más vigilancia»

Según el relato en la Guardia Civil, la mujer le miró con reproche y «este chico golpea a la dicente con la mano en la zona derecha y la mujer intentó defenderse, pero el joven salió huyendo». Por eso describió al agresor. El joven vestía pantalón marrón clarito, sudadera negra con capucha y tenía varios lunares en la cara, con pelo oscuro corto y medía alrededor de 1,70 metros. No tenía barba y hablaba español y gallego. La denunciante cree que era gallego «con acento pijo».

Los vecinos de la zona han apoyado a la denunciante. La dueña de la tienda de ortopedia, Rocío Souto, cuenta que jóvenes vándalos le rompieron el toldo colgándose de la barra. En la floristería que está junto a la parada del bus se cargaron un gran macetero con plantas. «Lo que pedimos es que haya más vigilancia y control policial porque esto no puede ser», señalan los vecinos de la zona, que sufren el botellón y sus consecuencias en la zona de marcha de A Ramallosa, donde cientos de jóvenes se reúnen de madrugada yendo de un local a otro y montando altercados por doquier.

«Esto lo ve todo el mundo, me indigna la dejadez con este tema», asegura Loli, de la floristería Cupido, que lanza una flecha apelando a que haya buena convivencia entre todos.