Ester Navarrete, tras completar el maratón de París: «¿Los Ángeles? No lo veo descabellado, pero en cuatro años pueden pasar cosas»

X. R. C. VIGO

VIGO

CEDIDA

La atleta viguesa dice que lo pasó «horrible» hasta el 25, que tiene grabada en su memoria la entrada en meta y que no quería que se acabase la clausura de los Juegos Olímpicos

13 ago 2024 . Actualizado a las 10:06 h.

Ester Navarrete Santana (Vigo, 1990) está de vuelta en casa, aunque con solo tres horas de sueño desde el sábado. Tras completar su primer maratón olímpico pese a pasar seis kilómetros horribles, con vómitos incluidos. Pero pudo cruzar la línea de meta y sin descansar, se marchó al estadio para vivir una ceremonia de clausura «que quería que no se acabara nunca». Ahora ya está pensando dónde y cuándo correrá su próximo maratón y no ve nada descabellado que pueda estar en Los Ángeles cuando tenga 38 años. No obstante, quiere ir día a día.

—¿Qué sensación tiene el día después de correr su primer maratón olímpico?

—Esto para mí es más que un sueño, hace un año ni me lo hubiese planteado. También tengo que decir que esperaba mucho más de mí, un mejor resultado, pero mi cuerpo no pudo dar más de sí.

—¿Qué pasó?

—Me encontré mal en el kilómetro 19, en plena subida comencé a tener muchísimo frío y vi que orgánicamente no iba bien. Comencé a vomitar y no saqué todo hasta el kilómetro 25. Esos seis kilómetros fueron horribles, pero aunque bajé mucho de ritmo pude mantenerme fuerte mentalmente, supe recomponerme y comencé a disfrutar.

—¿A qué achaca esa indisposición?

—Queremos analizarlo. No sabemos si fue la cafeína, si era porque el agua estaba fría o los nervios.

—¿El maratón era tan duro como parecía?

—Era muy duro, pero yo iba concienciada de cómo era porque ya conocía el circuito y sabía dónde había las cotas duras. Por eso estaba más fastidiada, porque sabía dónde tenía que sufrir, pero no se puede controlar todo.

—¿Cómo llevó esa subida del 13 % en la que iban dobladas?

—Ahí era cuando ya estaba bien y fui a mi ritmo, fui a piñón fijo y poco a poco iba subiendo y alcanzando gente y al final te motivabas.

—¿Qué sintió cuándo cruzó la línea de meta?

—Un montón de emociones. Todos estos años de sacrificio, de buenas y malas cosas... fue un sentimiento que voy a tener grabado para siempre; encima, el sitio era espectacular, igual que el ambiente. Nunca estuve sola a lo largo de todo el recorrido. Para mí fue una pasada.

—¿Cómo siguió su familia la prueba?

—Se movieron en un tren de cercanías y en metro. Me vieron en varios lugares y la verdad es que los tenía casi situados a todos menos a mi madre y a mi hijo, que sabía dónde estaban pero no los localicé del todo.

—¿Qué tal fue la ceremonia de clausura?

—Una pasada. Estar en una ceremonia de unos Juegos te pone la piel de gallina, yo no quería que se acabase. Había un ambiente increíble y mucho compañerismo. Fue espectacular.

—¿Tenía fuerzas para ir la clausura horas después de correr un maratón?

—Nos levantamos a las cuatro de la mañana, a las cinco cogimos el autobús, competimos, fuimos a comer y sin echar siesta, nos fuimos a la ceremonia. Estuvimos toda la tarde de pie hasta las doce de la noche, cenamos, nos acostamos a las dos y a las cinco estábamos cogiendo el avión.

—¿Cómo se plantea el futuro en el atletismo?

—Ya estoy pensando en el siguiente maratón, aún no hemos decidido cuál, pero esta semana espero decidirlo. Todavía no tengo clara la fecha, ya veremos cómo lo organizamos.

—¿Se ve con fuerzas para intentar estar en Los Ángeles dentro de cuatro años?

—No lo veo descabellado, pero de aquí a cuatro años pueden pasar muchas cosas y vamos a ir día a día, que es como mejor funciona mi cabeza. El que mucho abarca, poco coge.

—¿Hubiera cambiado algo de la preparación?

—El período de preparación fue muy bueno, lo que ahora quiero analizar es qué pasó en carrera para cambiar.