La odisea de traer de Suecia a Vigo un velero para convertirlo en vivienda turística
VIGO
Martín López, que ahora pone a punto el barco en la ría, tuvo que ser rescatado por guardacostas, sortear superpetroleros y ser casi aplastado en un canal
20 ago 2024 . Actualizado a las 01:24 h.Tiene un aire a Michael J. Fox y vivió una odisea que podría ser protagonizada por el actor de Regreso al futuro. El vigués Martín López Saiz tuvo que enviar un mayday a los guardacostas de Suecia, el nivel máximo de alerta, en medio de una espesa niebla que podía empujarle hacia los acantilados. En los canales del norte de Europa estuvo a punto de ser aplastado por una de las compuertas que se cerró antes de tiempo y los superpetroleros que pasaron a su lado en Dinamarca generaron tales olas que pudo haber volcado. Ahora puede contarlo en San Adrián de Cobres.
Este consultor de Recursos Humanos, entusiasta de la náutica, atravesó Europa para comprar un barco y poder transformarlo en un alojamiento turístico en la ría de Vigo. «He tenido que hacer 10.000 kilómetros para dar con le embarcación que buscábamos mi socio y yo», cuenta el viajero, que está en el proceso de arreglo y reforma del barco para habilitar cómodamente los dos camarotes y la cocina con la que contará el motovelero, que tiene poco más de ocho metros de eslora. El proyecto lo lleva a cabo con su amigo argentino Gastón Horisnick, que ha regresado a Madrid para trabajar. El proceso es lento. El velero tiene aún matrícula de Polonia y van a españolizarlo en cuanto puedan.
«A mí me encanta dormir en el barco y, dados los problemas que hay para conseguir vivienda, queremos habilitarlo como alojamiento turístico. Vamos a invitar a conocidos para probar. A no todo el mundo le gusta dormir en el interior de un barco amarado a un pantalán, el velero se balancea y alguna gente se marea», apunta Martín López.
Pasó las de Caín en la costa de Suecia. Fue con su amiga Iria en coche hasta allí porque el avión que salía de Oporto se encareció mucho (le costaba 600 euros a cada uno). Era a finales de agosto del 2023 cuando empezó el periplo. En Suecia hay una enorme oferta de barcos. Allí las aguas están heladas la mayor parte del año y muchos aficionados solo navegan tres meses al año, en verano. «Al terminar las vacaciones muchos se hartan del barco porque se dan cuenta de que han salido pocos días y piensan que no les compensa», dice. Después de dos meses recorriendo los puertos del sur de Suecia encontró la embarcación que buscaba, un motovelero con un motor suficiente para realizar largas travesías. El barco va despacio, apenas alcanza una velocidad de seis nudos, una milla por hora.
La embarcación que están restaurando es de 1972. Normalmente, en España no duran tanto tiempo en buen estado, pero los suecos son muy cuidadosos y los guardan casi la mayor parte del año en perfectas condiciones. El Lilla Kraken (Pequeño Kraken, el monstruo marino con forma de cefalópodo) «no tenía ni matrícula ni placa porque en Suecia no es obligatorio para las embarcaciones de menos de doce metros».
El velero zarpó de un pequeño puerto situado al sur de Estocolmo. Martín López tiene el titulo de patrón de yate, pero era novato en grandes travesías. Confiando en el piloto automático, el sonar y otros instrumentos de navegación, salieron en la costa báltica con la idea de dirigirse al sur y alcanzar Dinamarca y el Mar del Norte, pero al segundo día tuvo una contratiempo serio al llegar a la isla donde esta Kalmar. «Se nos estropeó el motor y había mucha niebla y rocas. Se habían soltado unos cables y no sabía cómo arreglarlo. Envié un mayday a los guardacostas y nos rescataron. Casi nos dieron las gracias porque les había servido para comprobar la eficacia del servicio mejor que un simulacro».
Al enfilar el estrecho de Kiel, que comunica el Báltico con el Mar del Norte, se encontró con «un superpetrolero de 300.000 toneladas que provocaba una estela de grandes olas, anchas como una autopista y yo tenía que atravesar lo más rápido posible». «Llevábamos el timón 16 horas del día navegando. Era muy cansado. Mi amiga Iría se volvió a Vigo y yo me quedé solo en el barco, fue un esfuerzo físico y mental», relata. Quiso atravesar todo el norte de Europa través de la red de canales que llegan a París, pero después de tantos días de navegación tuvo que desistir y se quedó en Amberes. En un canal del Elba Wesser le cerraron las compuertas cuando estaba pasando: «Casi me aplasta una compuerta de cien toneladas de acero». A partir de ahí, carretera.