Un aprendizaje constante en la pista

MÍRIAM VÁZQUEZ FRAGA VIGO / LA VOZ

VIGO

XOÁN CARLOS GIL

Fundador de su club hace 21 años, Iván Vázquez Figueroa ve cada entrenamiento y partido como un reto para crecer y mejorar

13 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Iván Vázquez Figueroa (Vigo, 1977) ha estado toda su vida ligado al fútbol y al fútbol sala: primero, como jugador, y luego, como técnico, aparte de directivo. Hace 21 años que formó el Arealonga de fútbol sala. «Fui a pedir una pista para poder entrenar en un colegio con el equipo donde yo jugaba y me encontré a un par de niñas con la pelota. Eran muy buenas y les comenté que si querían juntar a más amigas para hacer un equipo. Para mi sorpresa, al día siguiente, aparecieron siete», recuerda. Ya había entrenado a otro equipo previamente y lo que concebía como una manera de ayudar a un grupo de deportistas se fue convirtiendo «en una pasión», al tiempo que apareció el afán por adquirir «cada vez más conocimientos».

El equipo fue creciendo hasta provocar «un bum en Chapela», donde en aquel momento prácticamente solo había opción de practicar balonmano y remo, los deportes de mayor tradición. «Fue como dar una alternativa a muchos niños de Chapela y alrededores para hacer otro deporte», cuenta. De la pista de asfalto pasaron al pabellón «con mucho esfuerzo». Y con él ejerciendo de presidente. «Es la parte en la que menos cómodo me siento, porque implica otras cuestiones que no tienen que ver con entrenar o coordinar», desgrana. Asume que «no es fácil que llegue otro y se ponga».

Le fascina la faceta de entrenador. «Intentas sacar lo mejor de cada integrante de un grupo y se crean vínculos de amistad, valores, buenas costumbres… Todo eso me lo inculcaron de pequeño como lo más importante» y del mismo modo lo transmite él ahora. El ser, además, coordinador y presidente le roba muchas horas, pero también agradece que cuenta con una directiva en la que tiene depositada «total confianza».

Del rol de coordinador habla como «lo más bonito» de un club, porque supone encargarse del correcto funcionamiento de la estructura a través de establecer unas bases y unas normas de funcionamiento». Pero, a la vez, lo califica como la «parte más dura», donde la relación con los padres es clave. «Los tiempos han cambiado. Todo el mundo tiene que entender que los niños vienen a jugar y a disfrutar, pero que tiene que haber unas normas, que no es un sitio como antiguamente, que se iba a un campo a insultar o meterte con el árbitro». Defiende que «hay una serie de personas que tienen que poner de su parte para que todo funcione: jugadores, entrenadores, árbitro y público».

Detalla que en el Arealonga tienen unas normas y bases muy claras y si un padre o madre comete un error, como lo pueden hacer los propios árbitros, se le avisa para que no se repita. «Es gratificante cuando cambias la actitud de una persona, cuando se da cuenta de que no lo hacía bien y cambia el chip, que se estaba equivocando y perjudicando a su hijo», reflexiona. También hay que lidiar con los que quieren que su hijo juegue más o incluso lo exigen «sin saber cómo ha entrenado su hijo durante la semana o si se ha portado bien; nuestra premisa es que jueguen todos». «Por eso la parte de coordinador es fea a veces y no se valora. Yo les digo a los entrenadores que nunca discutan con un padre».

También hay progenitores que lo enfocan de una manera diferente. «Se agradece cuando preguntan qué puede hacer su hijo para mejorar. Como coordinador, hablo con los entrenadores y les intento dar respuestas», profundiza en su labor en un club que compite en 16 categorías. «El año pasado, cuando cumplimos el 20 aniversario, conseguimos volver a todas las categorías femeninas, que era un sueño», señala.

Vázquez dejó de jugar hace tres años, pero tuvo un regreso el año pasado por bajas en el equipo sénior. «Como jugador, he sido muy caliente, pero me enseñaron siempre a respetar. Mis mejores amigos en el fútbol sala han sido rivales míos y me las he visto negras contra ellos. Es lo que te queda del fútbol sala, esos vínculos», celebra. Ahora, disfruta más como entrenador. «Pasé página, sobre todo por escapar un poco de las lesiones, ya que con 47 años no estás igual que con 20, aunque a veces te dan ganas de saltar al campo», admite.

De la faceta de técnico disfruta con la formación. «Tenemos desde biberones a sénior y como coordinador, estás en contacto con todos. Cuando por temas laborales o enfermedades falta algún entrenador, también cubro esos escenarios», explica. Y admite que le «cuesta poco» porque le encanta pasar tiempo con todos. «Cada uno tiene su valor y su margen de mejora. Con cualquiera puedes pasar una buena tarde entrenando».

El lunes es su día de desconexión del fútbol sala, pero desde el martes, no para. «Lo más bonito es que siempre tienes posibilidades de aprender. Cada fin de semana tienes unos retos, aunque salvo en las categorías altas, no es el resultado lo que importa», destaca. No le gusta perder, pero cada derrota le implica un análisis de por qué pasó y un nuevo aprendizaje. No siempre se siente reconocido, pero tampoco lo busca. El inesperado premio de entrenador destacado de Vigo en el curso 2022/2023 sí le hizo sentir valorado y agradecido.