La casa que lo descubre todo sobre el mar

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

El museo de Alcabre, anclado sobre un castro costero, explica las relaciones humanas con el medio marítimo

23 feb 2025 . Actualizado a las 00:42 h.

Biología, construcción naval, industrias marinas, innovaciones tecnológicas o la historia de las relaciones de la humanidad con el mar son algunos de los temas que justifican la existencia del Museo do Mar de Galicia. El edificio, construido en Alcabre por los arquitectos, en primera instancia, Aldo Rossi y, más plenamente, César Portela, acoge una gran diversidad de asuntos que, en cierta medida, han marcado el devenir de Galicia a lo largo de su historia.

El propio enclave es una huella histórica. Hace más de dos mil años, allí se levantó un castro costero que mantuvo relaciones comerciales con culturas mediterráneas. Así lo atestiguan los restos del poblado que todavía se pueden ver dentro del recinto. Posteriormente, la llegada de la civilización romana utilizó el lugar y su entorno más inmediato como emplazamiento para villas y factorías de salazón.

Más recientemente, la incipiente industria conservera del siglo XIX dejó su rastro en el lugar. En el interior del museo se puede ver la chimenea que dio servicio a la conservera El Molino de Viento, de Marcelino Barreras. Tras su cierre, el Concello de Vigo compró el inmueble para ubicar allí el matadero municipal. El propio nombre de la conservera lleva a pensar que en ese lugar se levantó una molienda similar a la que hoy en día se puede ver, aunque ya en ruinas, en Navia.

El conjunto arquitectónico del museo y su entorno conforman uno de los grandes atractivos de la costa viguesa. Ya antes de acceder a las instalaciones se pueden apreciar objetos artísticos, como el mural elaborado en cerámica de Sargadelos por Isaac Díaz Pardo para la World Fishing Exhibition del 2003. O la escultura de Sergio Portela situada cerca de una gran ancla de un galeón rescatada hace unos años en la ría. Quienes conservan la memoria de lo que fue Casa Mar podrán recordar los peces que adornaban su fachada.

Ya dentro del edificio comienza un recorrido por la historia más reciente de la marina mercante, plagado de objetos que marcan distintas épocas, como octantes, timones de rueda o, incluso, un camastro marinero.

La siguiente sección del museo trata sobre las corrientes humanas realizada a través del mar gallego. Aquí el ámbito es grande porque hay objetos arqueológicos de distintos puntos de Galicia y paneles informativos que explican aquellas rutas, entre las que se encuentra el propio Camino de Santiago.

El maquetismo naval tiene un gran protagonismo en el Museo do Mar. Casi es posible reconstruir los medios de navegación de los últimos dos mil años a través de diversas maquetas realizadas de forma artesana. En la zona más occidental del primer edificio se ofrece al visitante la épica historia de los pioneros de la conquista de los fondos marinos, con especial protagonismo para los buscadores del tesoro de Rande, Julio Verne o el industrial vigués Antonio Sanjurjo Badía, que construyó una boya torpedera para hacer frente a la amenaza norteamericana durante la Guerra de Cuba. Entre esas dos alturas sobrevuelan los buzos realizados por el escultor Francisco Leiro, recordando la época del Prestige.

César Portela construyó un edificio en diálogo con el mar, algo que se evidencia en esa zona del museo, con espléndidas vistas hacia la playa de A Mourisca. Justo encima de la zona dedicada a la conquista submarina se muestra el ámbito de los faros.

La conexión con el segundo edificio se realiza a través de una pasarela acristalada que ofrece una visión cenital de parte del castro y permite contemplar la playa de O Cocho, en el lado oriental del museo.

El segundo edificio, en su planta baja, acoge la exposición permanente, un compendio de objetos e informaciones sobre el aprovechamiento humano de los recursos del mar. Ahí se puede encontrar desde una gran maqueta de las primeras bateas que se instalaron en la ría, a embarcaciones tradicionales, maquinaria naval, referencias a la industria conservera o el reloj y bancada de la antigua lonja de O Berbés, demolida en el 2003.

Entre ese segundo edificio y el gran faro que preside el dique de la playa de O Cocho se sitúa el acuario. No es demasiado grande, pero está cargado de encanto. Representa el tránsito del ecosistema de playa hacia el de las islas Cíes. En el tanque nadan algunas de las especies que habitan la ría. Es la zona más querida por los escolares que visitan el museo.

Regresando hacia la recepción todavía se pueden visitar otros dos espacios. Uno está dedicado a la biología marina y a la oceanografía. Destacan allí el esqueleto de una ballena y una gran maqueta del Beagle, el barco que llevó a Darwin en sus exploraciones por el Pacífico, construida por el carpintero de ribera Francisco Fra Rico.

El último espacio intenta replicar lo que sería el gabinete de un naturalista del siglo XIX, mostrando una colección de especies marinas conservadas en alcohol realizada por una bióloga gallega.

Además, el museo tiene varios espacios dedicados a exposiciones temporales de muy diversa índole. Llegó a acoger el pergamino Vindel que recoge las cantigas de Martín Códax.