
El 2,5 % de los adultos padecen esta dolencia; «es una gran interrogación»
03 jun 2025 . Actualizado a las 21:35 h.Begoña Pereira tiene grabada en la memoria la viva imagen de la muñeca de su bisabuela. La mujer llevaba siempre una pulsera metálica, de esas que no llegaban a cerrarse y que tenían dos bolas en los extremos.
—Abuela, ¿para qué es esa pulsera?
—Para el reuma.
—Yo también tengo reuma.
Era tan solo una niña, pero recuerda sus problemas digestivos y la aparición de dolores generalizados en los músculos y las articulaciones. También cómo su cuerpo reaccionaba ante las malas noticias con dolor físico y ansiedad. El reuma no existe —hay un amplio grupo de enfermedades reumatológicas— y aquellas pulseras no servían para nada, pero lo que sí es real es el sufrimiento de Begoña, una mujer de Vigo de 47 años que trabaja como dependienta en una tienda de ropa y que fue diagnosticada de fibromialgia hace cinco años, pero que tiene consciencia de haber sufrido algunos síntomas casi toda su vida.
La fibromialgia le provoca un cansancio extremo y unos dolores en todo el cuerpo que no siempre se comprenden. Ella pone varios ejemplos: «Es como si te pusieran una losa encima. Estoy tan cansada que no puedo levantar un vaso para beber. No puedo pasar una foto en el móvil», dice, haciendo el gesto de deslizar el pulgar sobre la pantalla. Su marido, Jose, la mira y asiente.
«Suelen tener dolores generalizados de larga evolución, con un sueño no reparador y con normalidad en las pruebas diagnósticas», detalla el jefe de servicio de reumatología del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo, José María Pego. No se conoce la causa, aunque hay investigaciones que apuntan a trastornos en neurotransmisores. Pego explica que no existe una cura y que es importante que la paciente lo sepa. También considera relevante «romper el circuito de pruebas y más pruebas», pues es habitual que muchas enfermas se sometan a todo tipo de análisis y, como siempre son negativos, se les practiquen más.
Una vez establecido el diagnóstico, el seguimiento lo hace el médico de cabecera. «Un estudio de la Sociedad Española de Reumatología estableció la prevalencia en el 2,5 % de la población adulta», explica Pego. Llevado este dato a un área sanitaria como la de Vigo, significa que hay unos 12.000 enfermos.
Begoña relata que sufre brotes periódicos e inesperados. «El brote viene sin que tú lo sepas, vivo en una interrogación», dice. Son ataques de cansancio, que a veces llegan por una situación de estrés y otras no, pero que son incapacitantes. Pueden durar unos días... o unos meses. Se considera afortunada, porque en su empresa comprenden que padece una enfermedad que no ha elegido y que va a tener que faltar a su puesto de trabajo recurrentemente. Hay mañanas que se levanta y no puede ir a trabajar.
Al dolor y el cansancio se suma la falta de concentración, lo que llama la fibroniebla. Ya la notaba antes del diagnóstico. «Yo pensaba que iba a tener alzhéimer», dice. En el trabajo le ha ocurrido que, cuando un cliente le solicitaba algo, ella se quedaba en blanco. Cuenta también que en una ocasión se marchó de casa con comida al fuego y que en otra iba conduciendo y de repente no sabía qué pedal era el acelerador y cuál el freno.
Asegura que ha probado de todo, además de la medicación que le han recetado los médicos. Lo ha intentado con acupuntura, con ejercicio, con suplementos naturales, con ozono. Su cuerpo, dice, siempre acaba tolerando los tratamientos y el dolor y el cansancio regresan. A su fibromialgia se suman la fatiga crónica y las migrañas, que aparecen sin pedir permiso. «Como tengo fibromialgia, cuando voy al médico por cualquier otra cosa achacan todo a la fibromialgia, estás sentenciada», dice Begoña.
En los últimos cinco años ha agotado el período máximo de baja laboral —un año y medio, incluyendo la prórroga— en dos ocasiones, pero el Instituto Nacional de la Seguridad Socia (INSS) no ha considerado que merezca una incapacidad permanente. Dice que no le gustaría dejar de trabajar, pero cree que va a ser inevitable. «No trabajar me agobia, a mí me gusta mi trabajo y quiero estar activa, pero en algún momento voy a tener que parar», reflexiona.
Le dicen que tiene que aprender a vivir con el dolor. Pero hay algo más. «No es solo el dolor, es que no puedes seguir con tu vida. Ves pasar tu vida desde el sofá o desde la cama», dice.
La unidad del dolor: «Insistimos en no dar fármacos que no funcionen»
El anestesista Alfonso Carregal, de la unidad del dolor del Chuvi, reconoce que el abordaje farmacológico de la fibromialgia suele ser ineficaz. «Insistimos en no dar fármacos que no funcionen, en poner las dosis más bajas posibles y, si no funcionan, retirarlos». Es frecuente que las enfermas de fibromialgia acaben en la unidad del dolor cuando ninguna otra terapia provoca una mejoría clara. «Una enfermera hace talleres de abordaje del dolor, que se basan mucho en aprender a mantener la calma», explica el médico.
La asociación Fibro Visibles, de reciente creación, reclama que en Galicia se cree una unidad de referencia para fibromialgia, con distintos especialistas.