







Desde hace más de quince años, la Salinae permite ver una salina de evaporación del siglo I
28 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.A siete metros de profundidad, en plena calle de Rosalía de Castro, se encuentra una infraestructura de dos mil años de antigüedad realizada por los romanos para conseguir sal marina. Es la Salinae, un centro de interpretación relacionado con el uso de la sal en la antigüedad que depende del Museo do Mar de Galicia. Salvo los lunes, este espacio abre todos los días del año en horario de mañana. Además, el acceso es gratuito, hay visitas guiadas e, incluso, se puede participar en talleres dirigidos a todas las edades. Tiene una gran aceptación el que está dedicado a la cocina romana antigua.
El singular valor de este espacio radica en la presencia de una parte de la gran salina de evaporación marítima que estuvo en funcionamiento en los dos primeros siglos de la actual era entre la calle Pontevedra y, por lo menos, Isaac Peral. Dice uno de los panales informativos que se exhiben en el centro que se trata de un yacimiento único en el ámbito romano por su estado de conservación y por sus dimensiones. Acoge 300 metros cuadrados de la extensión original de la salina, calculada en torno a los 10.000 metros cuadrados.
Antes de llegar a los tanques de decantación, el espectador recorre un pasillo donde recibe abundante y clara explicación de lo que supuso la sal en la antigüedad, así como el contexto histórico de la infraestructura. El visitante conocerá algunas piezas halladas en los niveles superiores de la salina, ya que una vez que esa infraestructura fue abandonada, el terreno se reutilizó. Destacan unas cuentas de ámbar, conocido en la antigüedad como «el oro del norte» debido a que los romanos lo importaban del Báltico. En ese entorno se localiza la réplica de una sandalia romana hallada en la zona durante las excavaciones arqueológicas, así como una lucerna, objeto que servía para alumbrar con la combustión de aceite.
Es muy explicativa la «fotografía del tiempo» que recorre las fases históricas de ese lugar, desde el período republicano romano, antes del cambio de siglo, en el que ese lugar se empleaba como zona portuaria, hasta el pasado más reciente, cuando una cochera ocupó la superficie de ese espacio cuando todavía no se había abierto la calle de Rosalía de Castro.
«El oro blanco» es la denominación que se emplea en la Salinae para referirse a la sal. El espectador podrá conocer cómo se extraía ese elemento hace dos milenios, al tiempo que descubrirá en qué se usaba. Especialmente significativo es la etimología de salario. Los soldados que aseguraban las rutas de la sal recibían parte de su paga en forma de bolsitas con sal, lo que se llamaba Salarium Argentum.
Pero ese mismo elemento era imprescindible para conservar alimentos y confeccionar salsas, una gran debilidad de los paladares latinos, especialmente, a partir de que fueron descubriendo otras culturas gastronómicas más refinadas. Y ahí entran otras infraestructuras construidas en Vigo hace dos mil años: las factorías de salazón. Se le recuerda al espectador en la Salinae que existe entre Marqués de Valladares y la plaza de Compostela una gran factoría de esa misma época en la que se realizaba la salazón de peces, pescados en la ría, que después era exportado hacia el Mediterráneo. Claro que en ese caso no se puede visitar. Está tapada.
Los romanos crearon en Vigo un circuito industrial en torno al pescado. Pescaban en la ría, entonces mucho más rica que en la actualidad. De esas mismas aguas extraían la sal, que después serviría para preparar el pescado, que sería posteriormente exportado. En esas mismas factorías se elaboraban salsas. El garum era la más conocida, y los visitantes podrán aproximarse a su olor en la Salinae.
Otro asunto que se explica en ese recorrido es el uso de envases y los métodos de transportes que empleaban. Aunque en el imaginario colectivo es el ánfora el envase más conocido, en este centro de interpretación se recuerda que la abundancia de árboles en Galicia llevó a que se emplearan en la zona los toneles. De hecho, en las múltiples excavaciones arqueológicas realizadas en Vigo, hasta ahora no se halló un taller de realización de ánforas, lo que podría explicarse con el uso de toneles de madera, por lo menos, para algunos productos.
Y por fin, el visitante accede a la salina. Está decorado su entorno con pinturas que recuerdan cómo era el paisaje de la ría cuando estaba en activo la salina. Esas pinturas también ayudan a situarse respecto al mar. En el pasillo se muestran varios paneles con pequeños audiovisuales que explican el funcionamiento del lugar. El agua accedía del mar a través de unas compuertas y se repartía por los distintos tanques. La acción del sol hacía que se evaporase el agua y quedase la sal, como ocurre en las rocas próximas al mar. Los operarios pasaban esa sal a zonas ya alejadas de los tanques de evaporación y, finalmente, era almacenada.
Como en el Lagares
En la Salinae explican que hace dos mil años, Rosalía de Castro y O Areal formaban parte de una inmensa playa que comenzaba al pie de A Guía y concluía en la actual calle de García Olloqui. Más difícil es de imaginar el paisaje original de la acera sur de la calle de Rosalía de Castro. Cuentan en este centro de interpretación que era una zona de marisma, con juncos y carrizos. Vamos, como la actual Xunqueira de Lagares.
Antes de finalizar el recorrido, todavía hay tiempo para acceder a un recetario romano firmado por un tal Apicius. Se ofrecen, tanto en formato de audio como en papel, varias recetas.
La salina fue descubierta a finales de la década de los noventa del pasado siglo. Fue durante las obras de construcción del centro de salud de Rosalía de Castro. Tras una campaña arqueológica, realizada por la empresa Anta de Moura, la Consellería de Cultura decidió conservar una parte de la salina para ser expuesta al público. La musealización fue realizada por la empresa Ingeniaqed S.A. a partir del proyecto del arquitecto Gabriel Santos-Zas.
Por su localización, en pleno centro de Vigo, por su gratuidad y, sobre todo, por su contenido, la Salinae debería ser un punto principal de atracción patrimonial tanto para la ciudadanía local como la foránea.