
Celsi lleva medio siglo en el fútbol como jugador, entrenador y ahora coordinador, pero su existencia quedó marcada por la decisión de dejar el Valladolid por falta de adaptación cuando lo fichó a los 15 años
30 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Nacín cun balón». Su primer equipo fue el Rápido de Sabarís, donde no tenían campo propio ni estaban federados, pero ya ganaban a rivales legalizados como el Erizana, que poco después se convertiría en el equipo de su vida. «Foi e segue sendo, porque eu síntome de Baiona», donde nació. Pero Celso Rodríguez, Celsi (Baiona, 1967), no fue hombre de un solo club. Enseguida despuntó y voló, aunque por poco tiempo. «Todo o mundos nos dicía que nos estaban seguindo, ata do Madrid», recuerda. Tanto lo decían, que hasta la prensa de la época se hizo eco.
No era una broma. «Un domingo pola mañá, fomos xogar á Guarda e dixéronos que nos ían ver os do Madrid. Gañamos o partido 2-4 e o luns chamaron para quedar nunha cafetería céntrica fronte ao parador», recuerda Celsi, que cuando habla en plural se refiere a su compañero Rizos, que también emigró. En la cafetería apareció un señor, del Valladolid, que no del Madrid, «que se chamaba Villita» y les propuso hacer una prueba. Celso tenía 15 años.
«Eu nunca saíra da casa, estaba moi metido cos meus e era moi escrupulosa coas comidas», confiesa. Cambió el mar por la meseta y estuvo una semana jugando dos partidos, mañana y tarde, con otros 37 chavales, hasta que lo devolvieron a Vigo. De vuelta a casa, ya en la estación le estaba esperando el presidente del Erizana y les comunicó que los dos habían sido admitidos. Era el 27 de julio y el 1 de agosto comenzaba la pretemporada en Pucela. Celsi duró un mes. Vivía con otros tres compañeros en la casa de una señora viuda a la que le pagaba el club, pero no llegó a adaptarse. Primero, porque el anuncio de que no volvería a casa hasta Navidades le carcomía el cerebro; después, porque la altitud le hacía sangrar por la mañanas y porque no logró adaptarse al cambio de comidas, comenzando por el desayuno: un vaso de leche y dos galletas para luego subir montañas todas las mañanas. A mediodía iban a un bodegón «pero eu non comía», lo que significaba que se saltaba la siesta, que en Baiona cambia por la playa con losa colegas, para irse a comer a una cafetería por su cuenta y a las seis de la tarde tocaba balón en el viejo Zorrilla.
Al mes, le pudo la morriña. «Perdía un quilo por día, non podía máis». Regresó a casa aprovechando que el camarero del lugar donde comía viajase de vacaciones a Baiona después de la campaña promocional que le hizo Celsi de su pueblo. En aquel equipo que dejó y que entrenaba Javier Yepes (más tarde sustituto de Cantatore), Onésimo era suplente. «Estiven con compañeiros que chegaron a xogar no Valladolid, Onésimo, Cuaresma, Juan Carlos, Castro... E non eran mellores ca min». El entrenador intentó que se quedase, pero fue imposible. Hoy se arrepiente. «O tren a nivel deportivo pasa unha vez; despois, deime de conta, pero xa era tarde».
De regreso, cambió su mentalidad y pasó del dormir y levantarse a ver que también había otra vida, pero el balompié siguió siendo su pasión. Fue actor principal de la mejor época del Erizana y llegó a la Tercera División con el Gondomar, pero una lesión de pubis y la mili comenzaron a enseñarse el camino de una retirada que llegó muy pronto, a los 29 años y después del romperse el tendón de Aquiles, que lo tuvo siete meses parado, y el tobillo derecho, decidió colgar la botas.
Pero no dejó el fútbol, ya que su siguiente paso fueron los banquillos. De nuevo, el Erizana fue el punto de partida. «Estiven un ano e pico en Primeira Rexional e o equipo non baixaba nin subía, pero cesáronme», comenta Celso Rodríguez, que a renglón seguido se fue al Val Miñor, uno de los grandes trasatlánticos del fútbol gallego en el que permaneció dos lustros. «Comecei en benxamíns, cos pequeniños, botando unha man de segundo adestrador», recuerda al tiempo que sitúa la época: la de Rafinha Alcántara en el club de O Baixo Miño. Celsi fue creciendo por la cadena de conjuntos base y llegó hasta cadetes. «Os meus equipos xogaban ben ao fútbol», dice un hombre que siempre quiso expresarse a través del balón y que pone a Pedri o a Iniesta como ejemplos de su fútbol pese a ser un madridista declarado . «Eu estaba sempre preto do balón para dar un opción de pase».
El siguiente paso de Celsi fue el Nigrán sénior, en el que contó con una colaboración especial de Santi Comesaña, hoy jugador del Villarreal, en una fase de ascenso que dejó al equipo en Primera Regional. Una vida después, Celsi sigue pegado al fútbol como coordinador del Racing Vilariño, organizando la semana, los torneos y sustituyendo a los entrenadores que faltan en cada equipo. Un trabajo que llena. «Que un rapaz te veña abrazar é o que máis me enche», sentencia mientras confirma que continuará un quinto año en la entidad de San Pedro.