
Puerto pesquero, fábricas de conserva y astilleros ocuparon una amplia línea de costa a partir de los años 40 del siglo pasado
03 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.La guerra ha terminado y la vida vuelve a la «normalidad» en toda España. De ella se benefició la economía viguesa, en general, y los grandes empresarios de la ciudad, en particular. Se respiraba una paz social de «cementerio» (obligada ausencia de conflictos laborales), potencia naval complementaria y buenos mercados favorecieron el despegue de los sectores productivos marítimos. En esta situación floreció aquí con fuerza la banda de Bouzas-Coia, la cual ya tenía una tradición marítima que se remontaba a finales del siglo XIX y principios de la siguiente centuria, pero que ahora se verá multiplicada con creces.
En la década de los cuarenta llegó a haber en Bouzas 53 diferentes armadores de buques de pesca y, si bien no todos actuaban al mismo tiempo, una parte tenían varios buques. Dedicaban sus vapores a tracción mecánica y movidos a gasoil, a la pesca con redes, que se dedicaban, sobre todo, a la captura de sardina (14 % del total), destinadas a las conserveras y a la exportación por tren o en camiones; igualmente, para la venta en fresco merluza, rapante, congrio o pescadilla, siendo los más caros el lenguado y ciertos mariscos. Se exportaba el 42 %, para las fábricas iba el 37 % y el 20 % restante para consumo local.
Volviendo a los armadores, deben citarse los poderosos clanes de los Montenegro y Leirós, A. Armada, M. Gestoso, P. Freire Piñeiro, J. Freire Barreiro y los hermanos Pujales, por señalar algunos de apellido sonoro. Eran pocas, pero también había viudas entre los armadores bocenseses, como la de S. Veiga D. Pérez O I. Mera.
El segundo pie de la industria estaba en las fábricas de conserva (y salazón, a veces). El área donde más se asentaban, con gran diferencia, era la rúa de Tomás Alonso, incorporándose luego la rúa A Coruña, pero también las había en la parroquia de Coia (Arenal, La Paz). Entre los conserveros de más relevantes se encontraban Cerqueira y Cía. Albo, B. Alfageme, A. Quirós y A. Sacco. No faltaban los negocios que tenían fábricas aquí y la administración en Vigo. Aunque algunas tenían una sola marca (Orbe, Albo), otras comercializaban varias, como E. Casal que comercializaban con sugerentes nombres: El Vencedor, Siglo XX y La Fuerza.
El tercer sector lo constituían las factorías y astilleros, siempre en menor número que los anteriores ya que exigían una gran inversión de capital. Hijos de J. Barreras montaba motores Werkspier, elaboraba pesqueros de 100 HP, etc. Otro grande era Troncoso y Santodomingo, La Mecánica fabricante de barcos de pesca y cabotaje, máquinas, calderas, fundiciones de hierro, soldadura eléctrica y autógena. Tampoco le iba a la zaga P. Freire SL, (también máquinas de coser Refrey), astillero-varadero, fundición y soldadura, etc., con agencias en A Coruña, Cádiz, San Sebastián y Sta. Cruz de Tenerife. Además, de renombre, estaban F. Cardama (pintura, varadero), A. Armada, Gastoso y Reyman. Algunas de estas «clásicas» todavía subsisten en la actualidad, aunque con nuevos propietarios.
El último de este mundo marítimo lo constituyen los almacenes de efectos navales, de los que llegará a haber hasta 7, como el de P. Freire Piñeiro o el de J. Lorenzo, con material imprescindible para las faenas de pesca. Todas se concentraban en el casco urbano antiguo de Bouzas.
Como industrias auxiliares destacaba Frigoríficos Vigo (producción anual 1.100 kg. de sólidos, 600 m2 de superficie) para el congelado con factorías en Bouzas y O Berbés, fábricas de hielo, envases de madera, talleres mecánicos y de electricidad, secaderos, carbonerías, .. hasta J. Martínez Reduejo beneficiaba redes viejas, se supone que para gamelas. A la manufactura de hoja de lata o latas de conservas se dedicaba la fábrica Alonarti, en la rúa de Tomás A. Alonso, factoría luego puntera, hoy en O Porriño.
Historiador y miembro fundador del Instituto de Estudios Vigueses
Artículo póstumo Miguel González falleció a comienzos del pasado mes de junio. Este es el tercer y último artículo inédito que dejó para publicar en La Voz.