
Un informe realizado en 1701 reflejaba que todo el sistema defensivo de Vigo no aguantaría una incursión enemiga
24 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Está esta [la plaza fuerte de Vigo] incapaz al presente de defensa abierta por todas las partes porque las murallas se están cayendo», escribió en enero de 1701 Antonio Michael de Castro y Camba, encargado por el Gobierno de Felipe V para revisar los sistemas defensivos de Galicia. Este informe se realizó unos meses antes de que estallase la Guerra de Sucesión, que enfrentaría a España y Francia contra Gran Bretaña, Austria y la República Neerlandesa, y que duraría hasta 1714. En ese conflicto se enmarca la batalla de Rande, en octubre de 1702.
El informante real reconoce el valor estratégico del puerto de Vigo al recordar que el duque de Beaufort, general de la armada francesa, recomendó a su rey en 1668 que cediese a España los territorios que dominaba en Flandes a cambio de obtener la posesión de la ría de Vigo. Y aún así, solo cuarenta años después de haberse construido los castillo de O Castro y San Sebastián, así como la muralla que rodeaba a la villa, todo era una ruina. De O Castro dice que «más parece que se fabricó para cerrar el santuario de Nuestra Señora que para defensa de la plaza y puerto».
Castro y Camba comienza por criticar que se ubicara el principal castillo de la plaza tan lejos de la villa y de la ría. «Por estar tan inferiores que vuelan las pelotas muy altas sin el menor efecto». Añade que se debería de fortificar enteramente. Dice que «las murallas que ciñen dicha plaza son todas sensibles, débiles e incapaces de defensa por estar cayendo debido a las avenidas de las aguas [se han] descubierto los cimientos y estar la mayor parte de ellos sin parapetos y que precisamente se necesita repararlos desde los fundamentos con murallas dobles».
El especialista hace un cálculo pormenorizado de los gastos que supondría emprender los arreglos. Y lo cifra en cerca de cien mil reales de vellón, una cantidad muy elevada en aquel momento.
Antonio Michael de Castro no solo se detiene en el análisis de las obras necesarias, sino que también da su opinión sobre las necesidades de armamento y hombres que precisa Vigo. Apunta que la guarnición de la villa y de los castillo es de 45 milicianos, una cantidad que considera muy reducida. «Convendría mucho la infantería en este reino para la guarnición de las plazas», aconseja en su informa. Añade la escasez de artilleros desde A Coruña a Salvaterra. Llega a decir que en el sur de Galicia tan solo hay artilleros en Pontevedra y Baiona.
El informe, que fue firmado en enero de 1701, deja en evidencia la carencia de municiones que tienen todas las plazas gallegas.
En ese análisis, Antonio Michael de Castro aporta un dato muy relevante para conocer la importancia del puerto de Vigo en una época en la que carecía de cualquier estructura. Dice que era empleado «desde octubre en adelante» por la flota portuguesa cuando regresaba de Brasil debido a que sus puertos se cerraban con barras de arena cuando había temporales.
La fortificación de Vigo fue más un acto de voluntad del propio ayuntamiento que una directriz exterior. Las continuas incursiones sufridas en la ría llevaron al gobierno municipal a proponer su fortificación. Con el dinero de los vigueses más pudientes salió el baluarte de A Laxe. En aquella época, Vigo pertenecía a la jurisdicción del arzobispado de Compostela, lo que provocaba que los capitanes generales de Galicia no hicieran mucho caso a la villa, pero que tampoco lo hiciera el arzobispo.
Tras aquel informa de 1701, el conjunto fortificado tuvo arreglos muy puntuales. Cuando en 1719, Vigo fue invadido por una flota británica, las defensas poco pudieron hacer y la villa y sus castillo sucumbieron. Tampoco sirvió de mucho el amurallamiento en 1809 porque no detuvo a los franceses.