Preocupación por el estado de salud de Carmo, el último oso del zoo de A Madroa

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

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El animal, que tiene más de 20 años, sufre episodios de vómitos y diarreas y está pendiente de ser trasladado al hospital veterinario de Lugo para una biopsia

11 sep 2025 . Actualizado a las 10:27 h.

El estado de salud del oso Carmo preocupa a los trabajadores del viejo zoo de Vigo, hoy reconvertido en VigoNature. Con más de veinte años, este ejemplar padece problemas hepáticos que le provocan vómitos y diarreas y está pendiente de una biopsia en Lugo. Se trata de uno de los pocos animales silvestres que permanecen en las instalaciones de A Madroa, donde la plantilla también alerta por la falta de medios veterinarios y por el destino incierto de otras especies trasladadas en los últimos meses.

Fuentes de la plantilla explican que Carmo «está pendiente de una biopsia. Tienen que llevarlo al hospital veterinario de Lugo. Parece que tiene algo en el hígado o en el riñón, y es lo que tienen que determinar con la prueba. Ahora está con tratamiento hepático». El Concello ha intentado colocar el oso en algún refugio de España, sin éxito.

El personal sostiene que el parque carece de los recursos necesarios. «Medios faltan porque hubo que llamar a un veterinario externo para que trajese un ecógrafo. El veterinario se preocupa, pero medios le faltan. Siempre hizo peticiones de material, pero nunca se lo suministraron».

El hermano del oso Carmo, Pelayo, falleció en el 2018 años tras una larga enfermedad. Su ausencia convierte al actual plantígrado, nacido en cautiverio, en el último ejemplar de su especie que había en Vigozoo y es todo un emblema del recinto medioambiental.

Carmo es uno de los pocos animales silvestres que permanecen en A Madroa. En los últimos meses se han marchado cebras, un avestruz, orix, ciervos y llamas, entre otras especies. Los trabajadores, que reclaman un seguimiento de los traslados, tal y como marca la legislación y critican que se han retirado del zoo animales con los que no se podían hacer exhibiciones y que se ha priorizado la presencia de especies exóticas utilizadas en charlas y actividades. «Esto ya no es un zoo, es un circo. Lo disfrazan de actividades con lemures o burros, porque son con los que se puede interactuar», lamentan.

El caso de los lémures es otro motivo de alarma. El recinto fue reformado con prisa para abrirse en Semana Santa pese a que existía un informe veterinario negativo por riesgo de fuga. Días después, un ejemplar se electrocutó en un pastor eléctrico, un incidente que fue advertido por un visitante. Además, los animales siguen sin calefacción en su espacio interior, aunque se invirtió en acondicionar el jardín exterior para su exhibición pública.

 Privatización

Los trabajadores alertan de la privatización de funciones que antes realizaba personal cualificado. El enriquecimiento ambiental, esencial para evitar conductas erráticas por aburrimiento, era parte del trabajo diario de los empleados. Ahora, una empresa externa accede a los recintos por las tardes y ofrece estímulos alimentarios sin coordinación con las dietas estrictas. «Por la mañana hacemos nuestro trabajo y luego nos encontramos restos de que les han dado por la tarde. No nos informan ni hay control», critican.

La preocupación por el bienestar animal se mezcla con las denuncias laborales. Los empleados aseguran haber sufrido represalias tras protestar. Dicen sufrir ampliaciones de jornada, amenazas veladas y condiciones precarias. Uno de los episodios más graves ocurrió durante un campamento infantil, cuando se detectó que el agua embotellada estaba caducada. «Hubo niños que lo pasaron mal con golpes de calor. Al protestar nos dijeron que bebiésemos agua del grifo», recuerdan.

Los trabajadores lamentan que se inviertan recursos en jardines y obras de imagen mientras faltan herramientas básicas para el cuidado de los animales. «Se gasta tanto dinero en arreglar los recintos con prisas y seguimos sin un ecógrafo», insisten. Para la plantilla, el estado del oso Carmo refleja la realidad del antiguo zoológico que ahora se denomina VigoNature: un parque que se vacía poco a poco de fauna silvestre, con un futuro incierto para los ejemplares que aún permanecen en A Madroa.