Buscan un hogar tras ser desalojados por una empresa de desokupación

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

VIGO

M.Moralejo

Una madre con tres hijos, dos de ellos menores, reclama una vivienda tras dejar un piso subastado en Teis que perteneció a Telmo Domínguez

05 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Una madre con tres hijos, de 24, 15 y 13 años, busca un hogar tras haber sido desalojada de la vivienda en la que residían desde hacía seis años en la calle Sanjurjo Badía. El piso, que había pertenecido al conocido empresario Telmo Domínguez hasta su fallecimiento en el 2021, fue embargado por el banco y posteriormente salió a subasta pública, donde fue adquirido por un nuevo propietario.

El desalojo se llevó a cabo a través de una empresa de desokupación contratada por el nuevo propietario de la vivienda.

La madre, Marta Fernández Giménez, sostiene que fue intimidada: «Unos gorilas como King Kong se presentaron en la puerta de mi casa». Afirma que en el operativo se cortó la luz, se dañó la mirilla de la puerta y que llegó a temer por sus hijas: «Me metieron miedo con decirme que me iban a quitar a las niñas y llevarlas a un centro de menores». Según su relato, terminó abriendo la puerta y abandonando el piso «llorando».

Desde la empresa APD Security Iberia ofrecen una versión distinta. Señalan que el procedimiento fue grabado y emitido en un matinal de televisión de máxima audiencia, que la mujer aceptó marcharse voluntariamente y que recibió 2.000 euros como compensación. Aseguran que el desalojo se desarrolló sin incidentes, que la familia «se fue pacíficamente del piso sin manifestar oposición alguna» y rechazan de plano las acusaciones: «Negamos haber amenazado a la madre con la pérdida de la custodia de sus hijas menores». Por otra parte, señalan que la vivienda se encontraba en muy mal estado y que no resultaba habitable en esas condiciones.

La madre insiste en que no fue una okupa y que su estancia en la vivienda se inició de manera legal: «Firmé un contrato de arrendamiento, puse el agua a mi nombre y pagaba la luz y el agua». Añade que, tras el fallecimiento del propietario, nadie le indicó a quién debía abonar la renta: «¿A quién se lo pagaba, dónde lo pago? Nadie me dijo nada».

Tras el desalojo, Marta y sus hijos acabaron trasladándose a la casa de su hermano Francisco, en Redondela. Allí viven en el garaje de una vivienda unifamiliar en la que ya residen él, sus cuatro hijos y una nuera. La falta de espacio convierte la convivencia en una situación provisional y precaria: «Dormimos en literas y sofás, y no es vida», resume.

La escolarización de los hijos añade nuevas dificultades. Aunque ahora residen en Redondela, continúan estudiando en Vigo. En estos momentos es su hermano quien los lleva en coche cada día al instituto porque está de baja laboral, pero la familia admite que no sabe cómo se organizarán cuando reciba el alta: «Pronto tendrá que volver al trabajo y ya no podrá ayudarnos». A los problemas logísticos se suma la falta de recursos económicos.

La familia subsiste con unos 900 euros del ingreso mínimo vital, lo que limita sus posibilidades de acceder a otro alquiler. Marta Fernández asegura que, además, se enfrenta a un obstáculo añadido: «Por ser gitana no me alquilan. Soy una persona que paga, pero cuando digo que es para mí y mis hijos, hay gente que se echa para atrás».

Afirma que ha notado «mucho racismo entre los propietarios», lo que en la práctica reduce aún más las oportunidades de encontrar una vivienda. Recuerda que durante años encontró en el piso de Telmo Domínguez una oportunidad para dar estabilidad a sus hijos, pero que ahora vuelve al punto de partida. «Solo pido una vida estable como la que teníamos», señala.

Marta Fernández ha presentado una solicitud en el registro del Concello para pedir que la reciba el alcalde de Vigo, Abel Caballero. «Que el alcalde tenga la amabilidad de recibirme. Tengo tres niños, dos de ellos menores, y necesito una solución», insiste. También está inscrita en el registro de demandantes de vivienda de la Xunta de Galicia, pero asegura que todavía no ha recibido respuesta.

«Mis hijas sacan buenas notas. Están muy centradas en sus estudios, pero no podemos seguir viviendo así», concluye la madre, que reclama un hogar donde poder rehacer su vida después del episodio vivido en Teis.