El día que nació el laboratorio gallego del motor

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

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El 3 de octubre del 2002, el entonces príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, inauguró el Centro Tecnológico de Automoción de Galicia en las instalaciones del polígono porriñés de A Granxa

15 oct 2025 . Actualizado a las 01:09 h.

«Daremos la batalla por ser un centro piloto en España y dominar el mercado de los lanzamientos», afirmó Javier Riera, presidente de la Fundación Centro Tecnológico de la Automoción de Galicia, el 3 de octubre del 2002. Aquel día, el entonces príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, inauguraba las instalaciones del laboratorio del automóvil en el polígono de A Granxa, en O Porriño. El proyecto arquitectónico había sido firmado por César Portela.

Tres años antes, la Xunta había dado el primer paso al comprometer 1.900 millones de pesetas en el desarrollo del proyecto, una iniciativa del Clúster de Empresas de la Automoción de Galicia, creado en 1997. Quienes propusieron la idea, dentro del clúster, fueron Javier Riera, entonces director de la planta de Citroën, y Antonio Vega, propietario del grupo Viza.

En aquel momento, se decía que el CTAG asumiría la coordinación de la innovación y el desarrollo del sector automovilístico en Galicia. Sin embargo, el desarrollo del proyecto fue retrasándose hasta marzo del 2002, momento en que empezó a funcionar. Antes, Zona Franca había vendido los terrenos necesarios en el polígono porriñés.

En La Voz de Galicia del 4 de octubre del 2002 se recogían unas declaraciones de Javier Riera en las que resumía las intenciones del proyecto: ««La apuesta de futuro es el desarrollo sostenido y sostenible de la masa crítica que hemos generado, y para ser competitivos hace falta un centro tecnológico cercano».

La construcción y puesta en marcha del CTAG supuso una inversión de 18 millones de euros, en su mayor parte aportados por la Consellería de Industria. El plan de negocios del centro estimaba entonces que el umbral de autofinanciación se alcanzaría en el año 2004 y, a partir de esa fecha, los beneficios que se generasen serían íntegramente reinvertidos en las instalaciones, como ha sido así desde entonces. En el CTAG trabajaban en sus primeros momentos 41 titulados, en una superficie de 9.000 metros cuadrados. Contaba con nueve laboratorios de I+D+I en procesos y en productos, y un laboratorio de impacto, en el que se contrastaba la resistencia al choque de un vehículo y su comportamiento para garantizar la seguridad pasiva de pasajeros y peatones mediante una catapulta inversa.

Aquella fue una de las salas que visitó el príncipe de Asturias el 3 de octubre del 2002, para lo que se simuló un impacto, una operación cuyo coste ascendía a 12.020 euros y que reducía el gasto en los ensayos que hasta entonces se realizaban en las fábricas de automóviles con prototipos.

Durante la visita a las instalaciones, el actual monarca pudo conocer datos singulares de aquellas instalaciones, como el precio de los dummies o maniquíes que se usaban en los ensayos de impacto. Oscilaba entre los 90.000 y los 180.000 euros. Se decía que calzaban obligatoriamente el zapato de paseo empleado por los marines norteamericanos.

A partir de entonces, el CTAG se convirtió en el laboratorio de pruebas para avanzar en distintos aspectos técnicos y de seguridad dentro de la industria de la automoción. Por ejemplo, en el 2006 se estudiaba el impacto de las temperaturas en los vehículos. Ese mismo año se creó la Fundación CTAG, participada por la Xunta de Galicia y diferentes empresas del sector.

Uno de los grandes hitos del CTAG se sitúa en el 2015. Aquel año, un modelo C4 Picasso robotizado, fabricado en la planta de PSA Vigo, hoy Stellantis; y equipado con ingeniería del Centro Tecnológico de Automoción de Galicia (CTAG) transitó en modo autónomo, sin manos al volante, desde Vigo hasta el centro de Madrid. Fue un acontecimiento inédito en España y en Europa, y se convirtió en el primer paso de una revolución histórica en la industria del motor y en la automovilidad.

En esa misma línea, el Centro Tecnológico de Automoción de Galicia forma parte desde hace tres años de un megaproyecto europeo formado por un consorcio de 41 miembros que busca el desarrollo de este tipo de vehículos con el objetivo de que puedan verse por las carreteras comunitarias de forma fluida en el 2030. Hi-Drive cuenta con la participación de los principales fabricantes de vehículos del continente y está liderado por el grupo Volkswagen en una iniciativa de 37,4 millones de euros.

De forma paralela, el centro tecnológico gallego avanza en su minibús autónomo, parecido a un vagón de metro de 12 plazas, capaz de alcanzar los 40 kilómetros por hora con autonomía de hasta 11 horas. El Shuttle, así se llama el modelo, «es una lanzadera autónoma, de última milla, para trayectos cortos». «Viene no a sustituir a otros medios de transporte, sino a complementarlos», explicaba hace un mes a La Voz el CTAG.

Actualmente, con un equipo de más de 800 profesionales y más de un 70 % de actividad internacional, el CTAG es el socio tecnológico ideal para desarrollar productos innovadores para el sector de automoción, según se indica en su propia página web. Los campos de competencias clave donde CTAG concentra su actividad son los nuevos materiales, los procesos de fabricación, la simulación, los ensayos, la electrónica, la ergonomía y el confort y la gestión de la innovación.

Desde sus orígenes, el Centro Tecnológico de la Automoción de Galicia ha sido dirigido por el economista Luis Moreno, que procedía de la gerencia del Clúster de Empresas de Automoción de Galicia.