Tres piedras del castro de Santa Trega y un destino para A Guarda: oro, agua o infierno

Pedro Rodríguez Villar
PEDRO RODRÍGUEZ VIGO / LA VOZ

A GUARDA

M.MORALEJO

El guardia de patrimonio de la Xunta de Galicia en el monte, Miguel Reboredo, cuenta la leyeda de A Laxe Sagrada que se escondía bajo la antigua muralla

12 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El monte de Santa Trega (A Guarda) destaca a lo lejos. Sus 341 metros de altura y su ubicación, en pleno estuario del Miño, son un punto de referencia en toda la comarca. Es una posición estratégica y así lo consideraron las primeras personas que habitaron el monte en la prehistoria. Dejaron sus marcas, sus tradiciones y su legado en varios petroglifos que aún se conservan hoy. «Os da Laxe Sagrada son dos máis importantes do monte», explica el guardia de patrimonio de la Xunta de Galicia en el Trega, Miguel Reboredo. Están dibujados sobre tres piedras de gran tamaño que hace 2.000 años servían de base a una parte de la muralla del castro de Santa Trega, un poblado galaico romano que llegó a tener más de 3.000 habitantes y que estuvo habitado hasta el siglo III.

El abandono del castro provocó que su recuerdo se diluyera en la historia hasta que se recuperó a finales del siglo XX. Esto provocó que el monte se llenará de leyendas para dar explicación a aquella acumulación de piedras que corona una ladera del monte. En el Trega vivían mouros y mouras con sus tesoros junto a otros seres de fantasía de la tradición oral. Dentro del castro, bajo los petroglifos de A Laxe Sagrada, se esconde una historia que decidiría el destino de A Guarda.

«Dicían que baixo unha pedra había unha reserva de auga que, de abrirse, podería asolagar toda a vila e afogar aos seus habitantes, noutra había lume saído do mesmo inferno co potencial de destruír toda a comarca e, a última, agochaba unha gran acumulación de ouro», explica Miguel Reboredo.

El guardia del Trega recuerda que hace unos años, antes de que se protegieran las piedras para evitar el deterioro de los petroglifos, «a xente viña aquí e dicía que se golpeaban a pedra nun lugar concreto podían saber o que había debaixo», pero nadie nunca encontró el tesoro. «Por sorte, deixaron de golpear a pedra porque o importante aquí é protexer os petróglifos», indica Reboredo. Recuerda que la gente solía ir mucho durante las Festas do Montes, la celebración con la que A Guarda festeja su relación con el Trega cada verano.

El origen de la leyenda «non está nada claro, pero eu penso que data da Idade Media», explica Reboredo. Fue una historia que fue pasando de generación en generación y que «hoxe, por sorte, aínda permanece na memoria dos veciños», destaca.

La historia de A Laxe Sagrada es una de las muchas de las que atesora Miguel Reboredo. Lleva 28 años guardando el monte. Matemático de profesión, consiguió una plaza de técnico de informática en Pontevedra, pero, «cando vin que había a oportunidade de vir para aquí como guarda de patrimonio non dubidei», recuerda. Él era de Tomiño, pero A Guarda era su hogar de todos los veranos. Hoy, el monte es su segunda casa y, aunque ya se podría jubilar, «no quiero. Estar aquí me encanta».

Manuel, parado frente a las piedras de A Laxe Sagrada, recuerda que algunas personas también la conocen como O Mapa. Lleva bajo el brazo una publicación de la Asociación Naturalista Baixo Miño (Anabam) que recoge como en 1914, el arqueólogo Ignacio Calvo creyó ver en los petroglifos la representación del río Miño y de la comarca. «Dicía que o Trega era unha illa e que o río Miño uníase ao Atlántico a ambos lados do monte», recuerda Reboredo. Aquella tesis de Calvo, junto a un dibujo del sacerdote de A Guarda, Agustín Nandín, contribuyeron a aumentar la fama de una teoría que «xa se demostrou que non é correcta». Reboredo indica que hasta el escritor Otero Pedrayo a escribir que O Mapa «é a representación cartográfica máis antiga de Occidente».

Al terminar de contar las dos historias, Reboredo para en diferentes partes del castro. Tiene que cosas que contar en cada lugar. «A xente dicía que estas eran as casiñas dos mouros», recuerda. Estos seres, típicos de toda la geografía gallega, vivían castros, en dólmenes, castillos y otros antiguos monumentos junto a sus grandes tesoros. «Aquí tamén se falaba moito de ouro agochado», explica Reboredo. Al final, es «probable», que a lo largo de la historia varios vecinos hayan encontrado restos de monedas utilizadas en el castro.