La empresa que sirve a mil clientes desde el callejón donde murió el bombero

Luis Carlos Llera Llorente
luis carlos llera VIGO / LA VOZ

CANGAS

L.C.Llera

El dueño del negocio afectado por el desplome de Beiramar logra reabrir

30 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«He empezado a trabajar a las seis de la mañana para recuperar los dos días de cierre por el derrumbe», señala David González Iglesias, empresario propietario de Jarcias y Eslingas, una empresa del metal ubicada en el número el callejón del número 127 de Beiramar donde se acumulan aún en un recodo las ocho toneladas de piedras caídas que han destrozado la acera y la entrada del negocio. «Estoy acostumbrado a madrugar. Todos los días me levanto a las 4.30 o a las cinco porque vivo en Cangas y vengo normalmente para estar a las 7 que es cuando abren los astilleros».

La compañía estudia personarse en el caso porque sufrió daños con el desplome, aunque aún no lo tiene decidido. Solo han sido dos días de cierre forzoso pero su seguro dice que no le cubre la clausura de las instalaciones a la que se ha visto obligado. «La piedra que golpeó al bombero cayó aquí mientras él estaba apuntando unos datos» dice señalando la puerta del establecimiento, un portalón por donde entran y salen grandes bobinas de acero, cajas de eslingas para cargas y otros materiales.

En el dintel de la puerta son visibles los daños producidos por la caída de la cornisa desde seis metros de altura. Las columnas de cemento están dañadas. «Urbanismo nos ha dicho que el edificio está asegurado de momento, por eso hemos vuelto», señala el emprendedor que interrumpe la conversación para atender a clientes que quieren llevarse material.

Son cinco personas en la empresa. Una está de baja y las otras se han reincorporado a la oficina o a la labor de distribución a las empresas. La compañía industrial tiene más de un millar de clientes (1.081) y llevan retraso porque hasta ayer no pudieron entrar con ciertas garantías en el callejón.

David González intenta recuperar el tiempo perdido y ayer atendió a más de veinte clientes por teléfono y en persona. Mientras, sus manos manipulaban las herramientas de trabajo y troquelaban chapas de latón de identificación de cargas. Son obligatorias y en cada una se especifica, entre otras cuestiones el peso y el numero de certificado de la mercancía.

En la nave que ocupa un bajo enorme y que está junto a la casa que se vino abajo el visitante y se encuentra con cadenas de grandes eslabones de las que se usan los barcos o también en otras empresas industriales y de construcción. Son proveedores de grandes empresas como Dizmar. «Algunos de nuestros cables de acero han sido empleados en la construcción de grandes puentes en Canadá», dice orgulloso el emprendedor que curiosamente pero un administrativo antes de aprender a manjar la maquinaria de una empresa que se ha modernizado y es un referente del naval. Es proveedora de todas las grandes armadoras de la ría y de los astilleros.

En las estantería se apilan las eslingas por grosor y colores. Cada color indica una capacidad para levantar un peso. Las lilas más delgadas son para 30 kilos, las verdes, para 60… y así sucesivamente hasta llegar a unas cintas gruesas que son capaces de sujetar hasta 3.000 kilos y una capacidad de aguante muy notable. «Hasta 21.000 kilos no deberían partir», señala el empresario del metal que asumió la empresa en el 2014 junto a un socio. Luego se quedó el solo de propietario. Avendaño, el fundador, en 1988 le enseño el oficio y su familia, muy conocida en Cangas como «los Chambelones», le inculcó el espíritu comercial que él ha desarrollado con creces.