





Con el inicio de la primavera ya se pueden ver potros del caballo salvaje
14 abr 2025 . Actualizado a las 18:45 h.Tras el invierno, la vida va brotando de nuevo en la Serra da Groba y las nuevas generaciones de garranos, nombre con el que se conocen a los caballos salvajes que habitan en lugar desde hace miles de años, van dando sus primeros pasos al son de sus madres. El etnógrafo Xilberte Manso está encantado de verlos crecer. Todas las tardes sube al monte con su cámara. Allí, va descubriendo cómo la vida resiste en un ecosistema único y amenazado en el que siempre reinaron los garranos, que otros vecinos llaman burras.
Llevan ahí miles de años. Son los descendientes de aquellos equinos europeos que se inmortalizaron en las paredes de las cuevas o en las piedras. En el Outeiro de Lameiros (Sabarís, Baiona) está el único petroglifo del mundo que muestra un curro. Se trazó hace más de 4.000 años. El garrano estaba incluso antes. Llegaron con la última gran glaciación (110.000 - 10.000 A.C) y cuando los hielos remitieron encontraron en A Groba un ecosistema ideal para mantenerse.
El garrano está hoy más amenazado que nunca. Quedan aproximadamente 900 en toda la sierra. Los ganaderos son «realistas». Si nada cambia en 20 años «os garranos van desaparecer», lamentaba el presidente da Asociación de Gandeiros da Serra da Groba, Modesto Domínguez, el año pasado. Por eso, ver nuevas generaciones de estos animales en el monte siempre es una buena noticia para «manter a biodiversidade, o ecosistema e a tradición», cuenta Xilberte, que recuerda que «os garranos son xardineiros e desbrozadores naturais que manteñen limpo o monte, crean camiños entre os toxos e fertilizan a terra. Ao seu redor viven moitas especies de insectos e plantas que, probablemente, non aguantarían sen eles». Por eso, en la Serra da Groba estas plantas tienen forma circular. Los garranos, «que teñen uns mestos mostachos, sinal dunha xenética arcaica», los comen de esa manera para evitar que las espinas los dañen. Además, Xilberte destaca que «chova ou vente, faga frío ou calor, as nais aleitan as súas crías sen deixar de comer o toxo».
Estos nuevos ejemplares son esperanza, pero también tienen un difícil camino por delante. El monte cambió mucho durante los últimos 20 años. Ahora, hay más eucaliptos y cierres y menos pino y espacio para los garranos. «O que máis comen son toxos, pero entre tanto eucalipto non pode crecer nada», explica Modesto. «A silva e o fento están gañando o terreo e eles non os comen». En un paseo por la sierra se observa rápidamente. Los caballos cada vez tienen que recorrer más terreno para buscar alimento y, muchas veces, bajan a la costa, donde tienen más riesgo de causar daños en alguna finca o provocar un accidente. Más peligro. Más costes.
La transformación del monte y el cambio climático también han provocado que durante el verano el agua escasee. La Serra da Groba tiene un terreno rocoso con poco suelo que retenga agua. Tampoco hay lagunas. Solo charcas que se secan durante el verano. La proliferación de eucaliptos, también en los acuíferos, reducen aún más la capacidad de retención de agua del terreno. «Xa hai varios que nos morreron de sede», lamenta Modesto.
Los que sobreviven al hambre y a la sed también tienen que enfrentarse al frío. El final del verano, el otoño y el invierno son un reto constante para los garranos. Llegan débiles por la falta de comida y de agua y, «a muchos», el invierno los remata. Además, la proliferación de eucalipto y pino también acaba con sus lugares para refugiarse del frío, que en varios casos los mata.