El hijo de la fallecida en el crimen de Tirán, en Moaña, durante el juicio: «Tenía sangre y hematomas por todo el cuerpo»

J.R. VIGO / LA VOZ

MOAÑA

Balbino Soliño,  durante la primera vista del juicio que se celebra en la Audiencia de Pontevedra.
Balbino Soliño,  durante la primera vista del juicio que se celebra en la Audiencia de Pontevedra. MARTA REGUERA

El juicio contra Balbino Soliño, acusado por la muerte de Cándida Soaje en el 2021, comenzó este lunes

01 jul 2024 . Actualizado a las 22:47 h.

Cándida Soaje hizo todo lo posible para escapar de su verdugo. Recorrió la casa que habitaba huyendo de su asesino y se encerró en un baño hasta que el responsable de asfixiarla tiró la puerta de una patada para someterla. Le ató las manos con bridas, y el cuerpo, por el cuello, al pasamanos de la escalera que lleva al piso de arriba de la casa que fue escenario del crimen el 3 de julio del 2021 en Tirán, Moaña

El cadáver de Cándida lo halló su hijo, que comía a diario con ella. El primer contacto visual fue a través de una ventana, «la vi en el suelo, era ella», declaró este lunes en la vista del juicio que se celebra en la Audiencia de Pontevedra. Lo siguiente, al estar la casa cerrada, fue forzar una ventana para acceder. Bastó acercarse al cadáver para ver los signos de violencia: «Tenía sangre y hematomas por todo el cuerpo». 

Los servicios médicos movilizados por el 112 oficializaron la muerte. Ya ante la primera patrulla policial en llegar a la escena del crimen, el hijo de la fallecida no vaciló. Aseguró a los agentes que el culpable solo podía ser uno, Balbino Soliño, vecino a pocos metros, ladrón y heroinómano. «Ya intentó robar hace 25 años en casa de mi madre y lo cogieron dentro, fue detenido. Es una mala persona que tiene a todo el vecindario atemorizado. Antes de matar a mi madre, entró en la casa de una vecina poco antes», añadió el testigo antes de confesar que su madre le tenía miedo a Soliño. El relato expuesto por el hijo de Cándida Soaje fue tan duro como emotivo. El testigo rompió a llorar varias veces, sobre todo al recordar los momentos del hallazgo. 

MARTA REGUERA

Soliño escuchó la declaración a dos metros de distancia, como único ocupante del banquillo de los acusados. Soliño está en prisión provisional desde su detención por este crimen. Las pruebas en su contra son rotundas: Soliño tenía las llaves de la fallecida en su casa días después del crimen, también se hallaron guantes con restos de sangre de la difunta, y en sus zapatos había sangre de la víctima, evidencia de que Soliño estuvo en la casa tras el crimen. A mayores, la huella de una zapatilla deportiva aparece en la puerta del baño pequeño que se tiró de una patada al romper el marco de la misma. Por último, en las uñas de la fallecida había ADN del acusado, que respondería al forcejeo que la víctima mantuvo con su presunto asesino antes de maniatarla. 

Buscando la coartada 

También declaró este lunes un testigo que asegura que el acusado contactó con él poco después del crimen para explicarle que había visto a la mujer ya fallecida en su casa, aunque «no admitió que la hubiera matado él». Según el testigo, Balbino le pidió que, si era interrogado por la Guardia Civil, explicara que habían estado juntos en las últimas horas. «Él me quería involucrar. Me quería poner como coartada», señaló en sala este hombre, también de Moaña. 

Igualmente, prestó declaración una vecina de la zona que, meses antes del crimen, denunció al acusado por haber intentado entrar en su casa a robar. La mujer relató que sorprendió al procesado entrando en su finca con un cuchillo, pero el procedimiento por esos hechos se acabó archivando. «Me siento culpable, porque esa señora podría haber sido yo, ojalá le caiga lo máximo posible porque ahora mi hijo no quiere vivir allí», confesó.

La Fiscalía considera a Balbino Soliño autor de un delito de tentativa de robo con violencia en concurso medial con un asesinato alevoso, y pide que sea condenado a 25 años de cárcel, que se le imponga una orden de alejamiento de los familiares de la víctima por 10 años y que indemnice al único hijo de Cándida en 30.000 euros. Por su parte, la acusación particular, que ejerce el hijo, acusa por los mismos delitos pero pide una condena de prisión permanente revisable, ya que la víctima «era especialmente vulnerable» por su edad y sus achaques. También reclama una indemnización de 150.000 euros.

Mientras, la defensa niega los hechos y pide la libre absolución, al considerar que no hay pruebas que acrediten la culpabilidad del acusado. «Nadie lo vio cometer esos hechos», señaló su abogado, que sostiene que no se encontró perfil genético de Balbino en los «instrumentos» utilizados para cometer el asesinato, aunque sí ADN del acusado en las uñas de la víctima y sangre de Cándida en unos guantes hallados en el domicilio de Balbino.