Javi Díaz, tras su retirada: «Si volviera a nacer, repetiría todo»

LA VOZ VIGO

O ROSAL

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El rosaleiro dice adiós al balonmano a los 49 años, pero no descarta los banquillos

29 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Javi Díaz (O Rosal, 1975) ya es un exjugador de balonmano. Era una decisión meditada, tomada sin opción de vuelta atrás hace más de un año y que ahora ya es efectiva. Hace unos días disputó su último partido, en el que pudo celebrar la salvación con el Novás, el club de su localidad natal en el que quiso jugar su último año. Feliz con su trayectoria, dice que no cambiaría nada y avanza que seguirá vinculado al balonmano, aunque duda de si tomarse antes un año sabático. Tiene todo atado, a mayores, para una nueva vida laboral en el mundo de la empresa que no oculta que, a su edad, da algo de vértigo. Pero era el momento.

—¿Cómo le suena eso de que ya es un jugador retirado?

—No es algo que decidiera hace un mes o dos, estaba muy organizado y meditado, ya fuera en Cangas o en O Rosal, que era mi última temporada. El cuerpo había empezado a dar señales de que la cosa se estaba endureciendo y así fue, que empecé la temporada con la lesión de rodilla y me costó. La retirada estaba asumida y muy pensada.

—¿Qué sintió en la despedida?

—Acabado el partido, hasta nueve minutos después, no sabíamos si jugábamos el play-down, descendíamos o nos salvábamos, como así fue. Lo viví con incertidumbre, centrado en eso; al acabar todo, cuando hablé con mi mujer y mi hijo, sí fui más consciente de que se acababa.Pero creo que no lo soy aún del todo, lo seré a la vuelta de las vacaciones, que era el momento en que volvía a entrenar por mi cuenta.

—¿Y el último de O Rosal, con los suyos viéndole?

—¡La gente me gritaba «quédate» y me daba la risa! Estaban mi mujer, mi hijo, mis padres y fue bonito. Es el partido que quieres que te salga bien para despedirte con buen sabor de boca y la verdad es que salió redondo.

—¿Prefería un final de liga más tranquilo o le gustaba ese gusanillo de que hubiera algo en juego?

—Casi toda mi trayectoria ha sido de sufrir: con Aranda, Valladolid, en Cangas también tuvimos un par de ellas buenas... No me pilla con el estrés de cuando tienes 20 años y no nos salió una buena temporada, pero lo importante es la alegría de que nos salvamos y todo acabó bien.

—¿Tenía miedo de retirarse con un descenso?

—Sí que lo tenía. Creo que eso le pesa a cualquiera. Y con la temporada que llevaba, que después de la lesión, la segunda vuelta me costó y el equipo no arrancaba. Pero pude tener esta despedida agradable, con el club un año más en Plata, que parece fácil con las temporadas que lleva, pero no lo es.

—¿Se arrepintió en algún momento de este último año en el Novás cuando las cosas no salían?

—No, no. Soy de tomar decisiones en caliente, pero nunca me arrepiento. Y menos, en este caso, que me fui con 16 años y siempre tuve el rollo romántico de querer volver a retirarme. Surgió la oportunidad, la aproveché y fue un año bonito para mi niño y mis padres, que pudieron estar con él más tiempo y también verme jugar.

—¿Qué sensación le queda de su carrera?

—Me quedo con lo positivo. Habrá habido cosas malas, pero me llevo lo bonito de los clubes: la gente y el cariño de la afición. Allá donde voy, tengo un amigo con quien quedar a tomar un café. Me repito, pero siempre digo que del balonmano te llevas amigos y camisetas.

—¿Y tiene la sensación de que le haya quitado algo?

—No, nada. Si volviera a nacer, repetiría todo seguro. Son 33 años y no me llevo nada malo.

—¿Ya sabe qué hará laboralmente a partir de ahora?

—Sí, está todo atado hace tiempo. No sé cómo va a reaccionar mi cabeza y camino de los 50, un poco de miedo sí da. Pero llevo tiempo sabiendo que esta era la fecha del cambio. Mientras seguía entrenando y viajando, ocupas la cabeza y hasta que llega el momento, no sabes cómo será.

—¿Seguirá ligado al balonmano?

—Tengo cosillas y ahora debo decidir si me tomo un año para refrescar la cabeza o me meto ya en algún proyectillo, que seguramente sí. Y lo que es seguro es que el pabellón lo voy a seguir pisando, porque juega mi hijo.

—¿Le gustaría que fuera portero como usted?

—Con que sea feliz, que sea lo que le dé la gana. De momento, es biberón y rotan posiciones, a veces dice que quiere ser portero como papi porque así corre poco. Es socio del Celta desde que nació como su madre y dice que él va al fútbol con ella pero quiere jugar al balonmano. ¡Pero no le queda nada! ¡Igual acaba haciendo gimnasia rítmica!